FERIA Toros en Sevilla en directo | Cayetano, Emilio de Justo y Ginés Marín en la Maestranza

HAY determinadas cosas que no tienen nombre. O sí. No sé qué es peor. En campaña electoral los políticos acostumbran a predicar: dibujan la realidad a su conveniencia para resaltar sólo lo que les interesa (que les voten), obvian todo aquello que les perjudica (sus renuncias, las contradicciones, las medias verdades) y, en general, presentan un panorama -casi siempre sesgado- cuyo objetivo no es certificar la verdad (que acostumbra a ser molesta e impertinente) sino convencer a los electores. Bien. De acuerdo.

Todas las campañas tienen además sus clásicos populares. Las estampas de libro. Previsibles. Obligadas. Candidatos repartiendo sonrisas, dando folletos (cuestión que quizás merecería un capítulo aparte), visitando las plazas de abastos (donde la gente no tiene más remedio que ir y hasta aguantar la homilía que le sale al paso si quiere llevarse a casa algo de comer) y acudiendo a los hospitales y los colegios, con alumnos incluidos. Aquí es donde las cosas se salen de madre. Esta semana Carmen Tovar, política socialista, candidata que se cayó de la lista de Sevilla a última hora, ha escandalizado a tirios y troyanos porque se metió -es de suponer que con el permiso de alguien- en un aula a adoctrinar a los alumnos sobre las maldades del PP y las bondades del socialismo, cuyo mensaje igualitario ha quedado reducido a terminar los polideportivos.

No parecía necesario. Constituye además una agresión en toda regla cometida, paradójicamente, por quien dice defender la educación laica como uno de los pilares del Estado de bienestar. La doctrina del PSOE sobra en cualquier aula, al igual que huelgan las cuestiones políticas o la religión; asunto privado y, por tanto, cosa de familia. Muy desesperados deben estar los socialistas cuando recurren a estos atracos -contra menores, además- igual que antaño se quería adoctrinar a los escolares sobre los valores del imperio patrio.

Habría que preguntarse el motivo por el cual todos -los populares en su defensa de la confesionalidad en las aulas y los socialistas con su prédica sobre valores que no respetan- son incapaces de dejar en paz el recinto -sagrado- de la escuela, donde el único que debería mandar es el profesor. Los candidatos deberían desistir de llevar a sus hijos a los mítines y dejar de ir a las aulas dando absoluciones. En los colegios la única autoridad válida debe ser el saber. La inteligencia. El nombre exacto de las cosas.

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