Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Saldos

UN análisis precipitado y una apreciación malévola han bastado para cargarse el buen crédito del campo español, ese sector que era nuestra única prenda sin mancha en el vestuario de la crisis. Ya nos quedamos en cueros. La bola de nieve desinformativa, con sus mitos, leyendas y mentiras, ha tirado por tierra todo lo bueno que exportábamos de ella. Sin necesidad de redes sociales ni acampadas, unos cuantos titulares interesados han bastado en Alemania para llevar al filo de la ruina a cientos de miles de españoles. Alemania aún tiene en los bulbos del cogote esa mentalidad de menosprecio a ese país con el que intercambiaba emigrantes por turistas y votos en Eurovisión.

También, piénselo si se tratara de vivirlo en su pellejo, hasta el Rey, al que apenas le conocíamos un par de salidas de tono, está más enfadado que Walker Texas Ranger en una biblioteca porque lleva meses tragando sutilezas impresas y apocalípticos informes confidenciales sobre su salud. Al final los periodistas menos culpables de los alarmistas augurios han tenido que pagar el pato de sus directores maliciosos.

No les descubro nada que ahora que andamos sobrados de fuentes y datos es cuando más carecemos de información. El chisme y la verdad a medias, o la mentira plastificada, retozan sin complejos por las redes y las cadenas. Ya no hace falta esperar al desayuno desplegable o a las horas de los Telediarios para avivar cualquier dato interesado y meter hojas de afeitar en el pan de las noticias.

Bajando a los infiernos, la sexualidad de Ortega Cano llevaba semanas y semanas dando pasto a las tardes de Telecinco. Y ahora, entubado y con sus errores a cuestas, sigue siendo pisoteado sin cortapisas en Sálvame o Enemigos íntimos. El rigor y el respeto están de saldo. La difamación soterrada, sin embargo, es gratis.

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