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coge el dinero y corre

Fede / Durán

El Salvaje Oeste del emprendedor andaluz

NORMAN Mailer escribía que el hipster se diferenciaba del ser humano convencional por, entre otras cosas, vivir a tope el Salvaje Oeste de la noche americana. En Andalucía, y trasladando un concepto sociocultural al ámbito de la empresa privada, el emprendedor sería pues un auténtico hipster contra los elementos del no menos salvaje convencionalismo estereotípico. Su noche americana equivale en realidad a cualquier proyecto que trascienda el dos más dos de los bares, las tapas, una golosa oposición a funcionario o un negocio cualquiera sin valor añadido.

Cerquemos al emprendedor e interesémonos por su situación en esta bella tierra. Posiblemente enumere cinco problemas: Uno. El factor mentalidad, que implica haber asimilado la filosofía del riesgo (y/o la innovación) razonado y razonable, pero también afecta, y cómo, a los actores económicos con los que el hipster debe interactuar. Un producto revolucionario vale cero si nadie destinado a verlo lo ve, inconveniente que podría superarse con la alternativa de la exportación, cada día más convertida en discurso principal del cambio de modelo y de la supervivencia contable. Exporte o no, el emprendedor se acordará inmediatamente de... Dos. La financiación, que no llega ni a través de conductos como el ICO, presuntamente menos duros que la banca y las cajas en la concesión del crédito. O empeñas tus ahorros o empeñas los de tu familia. Como el hipster es laico, no contempla la opción del rezo.

Tres. El tejido empresarial colindante. ¿Una fábrica de motos en Sevilla? ¿Un par de talentosos diseñadores industriales? ¿Un experto en nanotubos? Todo eso está en Andalucía, pero para funcionar necesita subsectores envolventes y complementarios que a menudo existen, como muy cerca, en Cataluña, Madrid o Valencia. Si España es la periferia, tras Despeñaperros dormita una ultraperiferia más norteafricana que sudeuropea.

Cuatro. Si el protagonista supera exitosamente los tres primeros obstáculos, todavía deberá sortear la amenaza de la morosidad, donde confluyen en desvergonzada armonía administraciones públicas y particulares. La Junta, las universidades, los ayuntamientos apelan a los malos tiempos, una factura espiritual que incluye los derrochadores hábitos de sus clases dirigentes, sus coches, sus chóferes, sus móviles de última generación y sus comilonas institucionales, entre otras preferencias de gasto. Y cinco. La marca-país. ¿Por qué Andalucía son los pueblos blancos, las ferias, El Rocío, la Semana Santa y los caballos/vinos de Jerez y no Abengoa, Sando, Cruzcampo-Heineken, Airbus, Cecofar y Migasa (o las anónimas y muy talentosas pymes que progresan en distintos tableros punteros)? Esta región debe profesionalizar su imagen. Miren Italia, tan berlusconiana y tan empresarialmente respetada a la vez.

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