Seguro que la más que probable vuelta de Jesús Navas le va a resultar al sevillismo más ilusionante que la casi segura de Luna. No obstante, el temporadón que el balear que se formó en los potreros de Montequinto cuajó también hace que su vuelta se acoja con agrado. El retorno de hijos pródigos siempre reabre el debate de si habrá unas segundas partes como la primera, lo que en el caso del palaciego hace que se revolucionen las pajarillas.

Son dos rumores que tienen de pleno derecho el calificativo de antesalas de la noticia. Y, desde luego, en el especialísimo caso de Navas resulta eficacísimo golpe de efecto tras una campaña de lujo que no tuvo la guinda del autobús descubierto de estos años atrás. Una temporada para el recuerdo que se torció en el invierno inglés para romper en una primavera de ceño fruncido con los tintes inquietantes por la actitud de un entrenador que combinó éxito y ambigüedad.

Porque el colmo de esta deriva ha sido poner en duda la presencia de Sampaoli pasado mañana ante Osasuna. El hecho de que mañana dé dos convocatorias ya es de por sí mosqueante. Tener que elegir los que van a enfrentarse a Osasuna y a los que han de defender la albiceleste raya en el surrealismo más delirante que imaginarse pueda. Y así el panorama, cómo será la reacción de Nervión ante otro entrenador que deja tirado al club antes de cumplir contrato.

Es el estrambote a un curso en que el Sevilla tocó el cielo con las yemas de los dedos y que, aun habiendo acabado en el premio gordo de Champions, deja un sabor agridulce por lo que se acarició y no se agarró. El último punto de la carta se pone este sábado cuando den las nueve en todos los relojes de la noche nervionense. En el ínterin, el magnífico sueño del retorno de Navas y la confirmación de que llega a su fin una historia de amor y odio adobada por una situación kafkiana.