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HAY diferencias fundamentales entre la marcha de Zaplana y Acebes de sus puestos de máxima responsabilidad en el Partido Popular y la renuncia de María San Gil a su trabajo de redacción de la ponencia política que ha de aprobarse en el próximo congreso.

Acebes y Zaplana, como secretario general y portavoz parlamentario, respectivamente, eran personajes perfectamente amortizables. Representaban la estrategia de la crispación fracasada en las urnas y eran parte sustancial de la herencia dejada por Aznar. Si Rajoy, pese a venir del mismo sitio, pretendía abrir una nueva etapa y configurar su propio equipo, no tenía más remedio que prescindir de ellos (¡no iba a prescindir de sí mismo!). Sus dimisiones fueron, en cierto modo, también ceses. Se marcharon antes de que los marcharan.

María San Gil no entra en el mismo lote. María San Gil se va por su voluntad. No porque le quitan un cargo o no le dan otro que ambiciona, sino por graves diferencias políticas con el responsable de la ponencia política, el canario José Manuel Soria, que ha recibido de Rajoy el encargo de suavizar las posiciones del PP en relación con los nacionalistas. Soria, que ya gobierna de hecho en coalición con los nacionalistas en Canarias, pretende que la ponencia -es decir, el congreso del PP cuando la apruebe- consagre la idea de Rajoy de dejar la puerta abierta al nacionalismo, para poder pactar con ellos si el PP no logra mayoría absoluta y para romper el aislamiento del PP en Cataluña y el País Vasco.

San Gil, estandarte de un PP netamente españolista y constitucionalista, no pasa por este mal trago, y por eso abandona. Ésa es otra diferencia básica con respecto al dúo Zaplana-Acebes: aquí estamos ante un serio problema de confrontación ideológica y disenso en la estrategia política. Por eso el daño que la postura de San Gil le hace al liderazgo de Mariano es infinitamente mayor. Ya no estamos hablando de marejadas por los nombramientos y los equipos, sino de mar gruesa por la vía que elige el partido, sus valores y su futuro.

Por último, debemos a Ana Botella la descripción de otra característica del caso San Gil que lo distingue de los del dúo dinámico que le precedió en la retirada. "Es un referente moral, político y afectivo para el partido", ha dicho la señora de Aznar. Subrayo lo de moral y lo de afectivo: María San Gil es admirada, dentro y fuera del PP, por su trayectoria personal, su valentía y su coraje ante lo que ustedes saben, y muy querida por todos los militantes y simpatizantes del PP, no como los otros dos. Es fácil considerar a Acebes y Zaplana víctimas de las disputas por el poder, tan fácil como asignarle a María San Gil la condición de víctima de la lucha por las ideas. Es una pérdida de más difícil reparación.

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