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La ciudad y los días

Carlos Colón

San Gregorio y Contratación

POR qué la casi secreta Pasaje del Marqués de Esquivel está tan bien reurbanizada, con sus aceras y adoquines como mandan el Hércules que la fundó, el Julio César que la rodeó de murallas y el Rey Santo que la ganó, mientras su transversal Pacheco y Núñez de Prado está hecha unos zorros desacerados? ¿Por qué su paralela Bécquer, la calle que sabe a palodú de niños de los altos colegios en un extremo y a gloria en el otro, memoria de frescos de Juan Miguel Sánchez en el cine Bécquer, de perfiles macarenos de Haretón, de azulejo juanmanuelino en portones de garajes, bendecida por llevar a donde lleva, está todavía amortajada por el asfalto de la funesta marea negra? ¿Por qué un tramo de la hermosa, larga y vital calle Feria, Vía Augusta de la Esperanza con su severo ciprés romano de Omnium Sanctorum como piedra miliar situada en su corazón con forma de mercado, está adecentado con adoquines y aceras, otro torturado por los pinchos que suplen las aceras que perdimos (¡pobre Plaza de los Carros!) y otro asfaltado?

Muy fácil: porque esta es una ciudad no querida ni respetada por quienes la gobiernan. El cariño y el respeto, en las autoridades, se manifiesta en una dedicación y una coherencia que convergen en la eficacia. Maltratada desde hace demasiados años por quienes la rigen, con independencia de regímenes, ideologías y partidos, Sevilla carece de quienes se preocupen por ella y la cuiden, ideando planes respetuosos y coherentes que se apliquen eficazmente. Así se comprende que calles colindantes reciban tratamientos tan distintos. O que hasta en una misma calle se intervenga con criterios opuestos.

Lo pensaba viendo lo bien que están quedando la calle San Gregorio y la Plaza de la Contratación, pese a la mutilación de sus aceras (¿por qué esta fobia al glorioso legado clásico de la acera que, dicen, inventó Hipódamos de Mileto hace 2500 años?). Es tan fácil hacer bien las cosas, y tan agradable aplaudir en vez de criticar, que da gusto escribirlo y por eso lo repito: San Gregorio y Contratación están quedando bien, es decir, reconocibles. Lo irritante es que la solución que se les ha dado nada tiene que ver con los horrores de la Plaza del Triunfo, ni con los pavores de la Puerta de Jerez, ni con el espanto de la Alfalfa y la Pescadería que se extenderá a la plaza del Salvador después de Semana Santa, ni con la pesadilla de la Alameda. Como la manta de cuadritos de colores que hizo la abuela con lanas de Pareja, están dejando esta desdichada Sevilla nuestra (más bien de ellos; la nuestra es cada vez más una laffoniana Sevilla del buen recuerdo).

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