EN San Juan de Aznalfarache se junta el hambre con las ganas de comer. El alcalde, Juan Ramón Troncoso, está muy preocupado por el asentamiento en terrenos de su término municipal de las familias chabolistas. Y la población de San Juan no sale de su asombro por el conflicto entre la Policía Local y el primer edil, que ha dado paso a huelgas encubiertas (concentración de bajas por estrés el mismo día) y a dejar al pueblo por las noches sin agentes. El Metro no es suficiente caramelo para San Juan a tenor de sus problemas estructurales.

Según la Ley de Coordinación de Policías Locales de Andalucía, en cada municipio debe haber dos agentes por cada mil habitantes. Con ese baremo, San Juan tendría 40 policías, pero la plantilla es de 25. Y 15 menos se notan mucho en turnos, descansos, vacaciones y servicios especiales. La España oficial porfía por rebañar la financiación autonómica para sostener burocracias hiperinfladas, y la España real de los ayuntamientos no llega a cubrir los servicios básicos.

Esta carencia no justifica la coincidente baja por ansiedad o estrés, añagaza de presión. Y menos aún la reacción corporativista cuando expedientaron a un policía que, de baja, hacía el camino al Rocío y descansaba en los pinares de Aznalcázar en ambiente de romeros. Ya lo saben: para el estrés es mano de santo una semana de simpecado...

Ese es el contexto local que afronta la diáspora metropolitana del problemático clan de los Caracoleños, con el único ánimo de que se vayan a otro descampado. Conforme se pudre el asunto y más avergüenza, se hace imprescindible convertirlo en un plan integral que valga para siempre a la hora de reeducar y tutelar a los chabolistas hasta la extinción de esta lacra. Son miles los ciudadanos que llevan una respetable y digna vida ambulante y lo hacen en condiciones de sociabilidad, integración e higiene que nada tienen que ver con estos poblados a salto de mata.