Las dos orillas

josé Joaquín / león /

Santa Catalina

SEGÚN las previsiones que ofreció el arzobispo Asenjo, la iglesia de Santa Catalina se podría abrir al culto a finales de 2017. Los más optimistas auguran que la cofradía de La Exaltación volverá a salir de su sede el Jueves Santo de 2018. Este templo nunca ha sido valorado en Sevilla como se merece. Está cerrado desde hace 10 años. La financiación de las obras ha sido un pulso permanente. El Arzobispado ha pagado una parte, que no era suficiente. La Junta de Andalucía se retiró, porque todo hay que decirlo: sólo han restaurado el patrimonio religioso andaluz, de verdad, en los tiempos de Manuel Chaves como presidente, ya que formaba parte del acuerdo con el cardenal Amigo Vallejo, cuando fue cedido el Palacio de San Telmo. Se comprometió el Ayuntamiento, en los tiempos de Zoido. Si bien, ahora Espadas ha recurrido a la excusa de la tiesitura municipal.

Son tiempos recios. Y muy tiesos, como diría Susana. Las cuentas de Santa Catalina se parecen más a las de la lechera que a las del Gran Capitán. La última fase no es un proyecto de restauración tan costoso, si se compara con lo que ha invertido la Diputación en el templo desacralizado de San Luis de los Franceses, o lo que se ha pedido a la Junta para que Guillermo Vázquez Consuegra pueda rehacer su proyecto en las Atarazanas. Mientras que esas inversiones se presentan como minucias, parece que en Santa Catalina se derrocha el dinero, cuando miran los euros con lupa y ni aún así aparecen.

Una comparativa de las inversiones, en relación con lo gastado en Santa Catalina, nos llevaría a la conclusión de que este templo está infravalorado. Quizá por sus dimensiones. En Sevilla gusta mucho una iglesia grande; cuanto más grande, mejor. Esto viene desde la Catedral, con aquellos canónigos a los que tomaron por locos. Por el contrario, hay joyas dispersas, como la iglesia de Santa Catalina, o la capillita de San José (que tampoco es tan capillita, sino una señora capilla) que se habrían venido abajo, si no fuera porque se ha evitado a tiempo. El tamaño de los templos parece que sí que importa.

Todavía falta la última fase para la apertura de Santa Catalina. El proyecto previsto es ambicioso, a pesar de todo. Supone una puesta en valor, que permitirá redescubrirla como monumento. Incluye la habilitación de la cripta para las visitas turísticas. Será mucho más que un lugar de culto para unos feligreses. Para que lo veamos, que Santa Lucía (que tenía un altar en esa iglesia) nos conserve la vista.

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