ME sabe mal interrumpir este momento que es historia de la televisión", se disculpó Berto Romero cuando irrumpió en el plató de Late Motiv. Lo decía con su sorna habitual. Pero escondía mucha verdad. Y es que gozar de un cara a cara amistoso con cámaras de por medio entre Xavier Sardá y Andreu Buenafuente no es caviar con el que el teleadicto se tropiece todos los días.

Siempre sentí complejo de inferioridad ante Xavier Sardá i Támaro. Su sola presencia me hizo reflexionar, siquiera inconscientemente, acerca de esa maldita cuestión que tanto atormenta a quienes gustamos dar demasiadas vueltas a la cabeza: pero qué demonios he hecho yo con mi vida. Sólo 4 años mayor que yo, cuando a sus 29 años estrenó La bisagra, en RNE, Casamajor incluido, a mis 25 ya sentía para mis adentros esa envidia de quien intuye que jamás logrará metas como las logradas por aquel a quien admira. Sensación que se repitió, calcada, cuando a sus 32 años, mis 28, disfrutaba viéndole los domingos por la tarde presentando Juego de niños, o a sus 39, mis 35, conduciendo el debate Moros y cristianos de los sábados.

No fue un caso aislado. Idéntico instinto sentí al conocer a Ramón Pellicer, con el que me llevo sólo dos años, que a sus 33 años presentaba el Telediario de La 1, que a los 35 también dirigió. Todavía me ocurre a fecha de hoy cuando me lo topo al frente del Telenoticies vespre, líder en Cataluña.

O, por poner un tercer ejemplo, con Ramón Colom, nacido en 1952, diez años antes que un servidor. Recuerdo como si fuese ayer la etapa en la que dirigió y presentó Informe semanal, cuando él contaba 28 y yo acababa de cumplir la mayoría de edad. O cuando lo disfruto en Millennium. "Debe ser acojonante eso de estar ahí, disfrutando como bellacos. Y cobrando", espetó al final Sardá a Andreu y Berto. Pues eso pensaba yo en ese momento.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios