YA toca que alguien se atreva a organizar la Semana de la Honradez. Si las hay dedicadas con mayúsculas a la Moda, al Corazón, a la Movilidad, a la Ciencia o al Arroz, elijamos un lugar de Sevilla para convertirlo en el Pabellón de la Honradez. Gracias al hedor del caso Mercasevilla, la honradez vuelve a estar en boga. No hay mal que por bien no venga. Abrieron brecha los propietarios del Grupo La Raza, jugándose el tipo al grabar conversaciones procelosas, una situación muy embarazosa si te descubren. Les han tomado el relevo los funcionarios de Urbanismo imputados por la venta de los suelos de la empresa de abastecimiento, que ayudan al esclarecimiento del trato de favor a la constructora Sando; y la nueva Generación del 98, dícese de los noventa y ocho técnicos municipales que se han atrevido a firmar un manifiesto de apoyo a sus compañeros en el que culpan a sus jefes políticos en el Ayuntamiento de eludir sus responsabilidades y endosárselas a los técnicos, que son unos mandados.

La honradez sube enteros y los ciudadanos se envalentonan cuando en la Justicia perciben verdadero interés en hacer cumplir el principio de que todos somos iguales ante la ley. La juez Mercedes Alaya va en serio desde su obligación de instruir el caso sin intocables. Por eso la alertan de que en Urbanismo iban a sustituir el ordenador que almacena las comunicaciones ligadas al precocinado de la venta del suelo. Y por eso desestima la tardía querella interpuesta desde el Ayuntamiento contra Mellet y Ponce (paradoja: le pusieron una demanda sin despedirlo), calificándola de "interés de apuntarse el tanto ante la opinión pública".

Quizás deba ser el Colegio de Abogados el patrocinador de la Semana de la Honradez. Su decano, José Joaquín Gallardo, se repondría así del sapo institucional que se tragó asistiendo como letrado en el juzgado a su vicedecano, Jorge Piñero, imputado por su labor como secretario de Mercasevilla.