Arde el fútbol según Sevilla cuando 2017 va en busca de las tablas. Circunstancias variopintas hacen que este inicio de semana sea caliente, ya que la actualidad se dispersa a la vez que se intensifica. Resaca de dos tropiezos de calado diferente, junta movidita del accionariado sevillista y la nueva de que será el United de Mourinho, legendario entre los legendarios, la próxima piedra en el camino continental del Sevilla.

Pero como lo de ese apasionante Sevilla-United se fía para largo, que hasta el 21 de febrero viviremos un inquietante tiempo de vísperas, vayamos a esa amarga resaca que se padece en ambas aceras de nuestro balompié. En esta ocasión se solapan el orden cronológico y la mala imagen, por lo que empezamos por la tragedia del sábado en el gran escaparate. Y es que eso de que el Sevilla ya saliese perdiendo del camerino da mucho que pensar y mucha tela que cortar.

Como en Moscú y Valencia, el Sevilla fue un barquito de papel, como si esas dos primeras catástrofes no hubieran sido unos simples accidentes. Feble imagen de un equipo irreconocible a pesar de lo irrefutable de que sus resultados estén siendo muy superiores a su juego. De mantequilla en defensa, inexistente en el centro del campo y testimonial en ataque, el Sevilla no se vino de Madrid con un carro de goles porque el Madrid se limitó a entrenar tras el descanso, sólo por eso.

...y el Betis. Si el partido con el Atleti dura una semana, el marcador habría registrado el mismo 0-1 con que ha pasado a la historia. Triplicando su tiempo de posesión al del rival, esa estadística sólo sirve para demostrar que no vale de nada hacerse con el balón si luego no se es capaz de superar la línea de tres cuartos. Betis de gilifútbol que, sin embargo, sí dejó constancia de que con el talante que mostró no hubiera sufrido los ridículos anteriores. Vamos a ver si conserva ese talante.