LA primera de las señales que Chaves emitirá acerca de su sucesión está a la vuelta de la esquina. El próximo lunes la ejecutiva del PSOE andaluz, primero, y el grupo parlamentario socialista, después, darán la bendición -por unanimidad, se sobreentiende- a lo que el jefe les va a proponer sobre los principales cargos de la Cámara legislativa.

A saber: la presidencia del Parlamento andaluz, la portavocía del grupo socialista y el resto de la dirección del mismo. Son identidades relevantes para la vida política en estos cuatro años en los que la retirada progresiva de Manuel Chaves tiene que dejar de ser un eslogan y un futurible indefinido. Por la importancia misma de los puestos en liza, y también por el significado de las designaciones concretas en el contexto general del recambio impostergable.

Ser portavoz del PSOE en una legislatura en la que enfrente va a estar Javier Arenas -y al lado, una hegemonía propia menguante- requiere una fuerza política considerable. Mucho más que la exigible a un consejero del Gobierno autonómico responsabilizado de un departamento determinado y, por supuesto, con mayor peso en la vida orgánica del partido. Si no hay sorpresas, las dos personalidades del ámbito socialista que mejor se adaptan a este perfil de políticos aguerridos y con ambición de influir en el futuro son Gaspar Zarrías, actual consejero de Presidencia, y María del Mar Moreno, presidenta del Parlamento. Los dos son de Jaén, por cierto. Si la ungida es, finalmente, esta última, su nueva función la retornaría a la cúspide del organigrama real del poder autonómico, en estrecho contacto con el presidente de la Junta, y la relanzaría como uno de los posibles sucesores de Chaves (ya lo fue, prematuramente), muy por encima de lo que le ha permitido su cargo institucional en los últimos cuatro años.

La otra salida -Zarrías, portavoz- conllevaría la incorporación de Mar Moreno al nuevo Gobierno regional, en una Consejería de fuste si Chaves cuenta con ella para el porvenir o en una de consolación si Chaves la da por amortizada. Sería raro que la hiciera vicepresidenta. O significaría una apuesta audaz por ella o forzaría al presidente a designar más vicepresidentes (por ejemplo, Griñán). No lo veo, francamente. En todo caso, con Moreno o con Zarrías, lo que está difícil es la continuidad de Manuel Gracia como portavoz. Lo ha sido, y ha cumplido bien, en la legislatura pasada por las circunstancias singulares que rodearon al desafío del anterior, José Caballos, quien se pasó de rosca en su presión a Chaves y pagó con un ostracismo -segunda edición- ya casi levantado.

La semana que viene, como prometían Tip y Coll cuando no se podía hacer, hablaremos del Gobierno.

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