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Por montera

mariló / montero

Sergio sin esperanza

QUÉ esperanza de vida puede tener Sergio si el sueldo que gana como camarero en una pastelería no le da para independizarse? Él es un hombre de unos cuarenta años cuyas ilusiones por conquistar la capital de España le llevaron a despedirse de su familia, de un pequeño pueblo de Zaragoza. Allí dejó aparcado el futuro que creyó había llegado a su límite para elevarlo al que podría encontrar en Madrid. Dejó su trabajo en el gremio de la hostelería que le daba para pagarse un piso en el que ya tenía planes para formar una familia con su chica. Pero, aun así, Sergio sintió el escozor en la boca del estómago que le tentaba a buscar otra forma para vivir. Su cabeza soñaba sin quererlo ni poderlo controlar en llegar a Madrid trabajar y así poder comprarse un piso y ya veremos qué ocurriría si encontraba un nuevo amor. Ella no quiso acompañarlo y él la dejó creyendo que no era la mujer de su vida. Emprendió camino y se plantó en el centro de la ciudad donde los coches ya no dejaban ver los árboles de los parques. En su pueblo era al revés, los árboles no dejaban ver los coches. En Madrid encontró trabajo como camarero de una pastelería. El horario es de mañana y de tarde. Un turno partido que le hace levantarse sin que haya amanecido del todo y cierra la pastelería cuando el sol ya se ha puesto. Sergio no está triste, pero sus sueños, aquellos que en su pueblo veía en la cima de sus pensamientos a los que para verlos incluso tenía que mirar hacia arriba, ahora son recuerdos a los que mira hacia atrás y en pasado.

Esos sueños tienen un precio. Bueno, dos, como en las rebajas. El precio del sueldo que te permite vivir como soñaste y el precio de no vivir porque no tienes mayor esperanza para ello. Ya tiene cuarenta años, es un apasionado del boxeo, lo sabe todo porque él era aficionado y ganó varios campeonatos. Pero cuando recuerda esos viejos tiempos ya no tienen ni valor porque ni siquiera puede ver los encuentros en la tele. Gana tan poco dinero, la capital tiene unos precios tal altos tanto para alquilar como para poder comprarse un piso, que ha terminado viviendo de alquiler en la casa de una mujer de nacionalidad ecuatoriana quien le renta una de las habitaciones de su piso. Sergio pasa poco tiempo en casa aunque dice que su arrendadora es muy maja. El inconveniente de vivir en una habitación de alquiler es que tiene que respetar unas normas, unos horarios incluso para ir al servicio. En el sofá, frente al televisor , hay que acordar qué programa se ve en la tele. En resumen, que no tiene independencia ni en su propio piso. Tan sólo en su pequeño cuarto donde se encierra, se tira sobre la cama, mira al techo donde ya está convencido de que su vida ha llegado. Ha tocado techo y no tiene esperanza de vida. Hoy, yo sueño por él. Con que Sergio pueda ganar un sueldo, comprarse su piso y formar una familia. Vivir.

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