Seudo-ciencia

Para evitar el victimismo de ciertos colectivos, se aceptan supuestas verdades de muy difícil verificación

Desde hace unos años vivimos una especie de obsesión por establecer categorías de pensamiento que no excluyan a nadie. Y para evitar el victimismo de ciertos colectivos, se aceptan supuestas verdades que se fundan en hechos de muy difícil verificación. El otro día me topé con una clasificación de los diez tipos de orientación sexual que existen, según algunos psicólogos. Cualquier persona con un mínimo de experiencia debería saber que la conducta sexual no es una ecuación matemática que siempre se resuelva de la misma manera, sino un impulso impredecible en el que intervienen mil factores, desde motivaciones psíquicas a necesidades afectivas, trastornos hormonales o contextos específicos. Y en este sentido, las tres categorías tradicionales -la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad- funcionaban bastante bien para entender nuestro comportamiento sexual.

Pero se conoce que estas tres clasificaciones son insuficientes. Y ahí tenemos la pansexualidad, que se define como "atracción sexual hacia algunas personas, independientemente de su sexo biológico o identidad de género". Bueno, vale, pero ¿no es eso lo mismo que la bisexualidad? Y eso que todavía no hemos llegado a la demisexualidad, que se describe como "la aparición de atracción sexual sólo en algunos casos en los que previamente se ha establecido un fuerte vínculo emocional". Que sepamos, eso es algo que nos puede ocurrir a todos o que incluso nos ha ocurrido. ¿Es ese un motivo para crear una nueva categoría sexual? Y más misteriosa aún es la lithsexualidad, en cuyo caso "las personas experimentan atracción hacia otras personas, pero no sienten la necesidad de ser correspondidas". Bueno, es un alivio pensar que la atracción se dirige hacia personas y no hacia puercoespines. Más extraño aún es el caso de la antrosexualidad, que "sirve para definir a las personas que experimentan su sexualidad sin saber en qué categoría identificarse". ¡Glups!, eso sí que es raro.

Lo peligroso de esta seudo-ciencia es que se enseña en algunas facultades de Psicología y quizá también de Ciencias de la Educación. Estas clasificaciones tienen el mismo rigor científico que la homeopatía o la auriculoterapia, pero se les da categoría de verdad científica y se usan para juzgar la compleja realidad de los seres humanos. Vamos bien.

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