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Sevilla en Ferias

La Feria es la mascarada de la ciudad al exterior. Sevilla se disfraza de sí misma, al menos de lo que los forasteros esperan

Cuentan que el poeta de la calle Santa Clara Rafael Montesinos, tras una larga estancia profesional en Madrid sin volver a Sevilla, al ser preguntado sobre cómo veía a su ciudad natal tras los años de ausencia, respondió: "La veo muy mal, tan mal que a los calentitos le llaman churros". No le faltaba razón al agudo poeta del barrio de San Lorenzo cuando cosas tan cotidianas y tan triviales como esa habían sufrido lo que los antropólogos llaman un proceso de aculturación. En estos tiempos, el autor de Los años irreparables, tendría muchos más argumentos. Por ejemplo a las rebanás le llaman picatostes y la manteca colorá con tropezones ha desaparecido del escenario, por no salirnos del ámbito del desayuno.

En lo referente a las fiestas de primavera, Sevilla ha vendido su alma al diablo. La Semana Santa ha pasado de ser algo íntimo a un espectáculo de masas en el que la ciudad se expone en almoneda para los visitantes. Lo que siempre fue una manifestación de sentimientos íntimos en la que los sevillanos se movían entre recuerdos familiares y experiencias personales, ha pasado a ser una puesta en escena con su sambódromo y todo en la Campana.

La Feria nunca fue algo íntimo, es más, es cosa de ayer por la mañana en la historia de esta Muy Noble y Muy Leal ciudad. Pero la novelería imperante, con el aditivo de la ordinariez que nos invade, han hecho de ella el icono de una ciudad que siempre tuvo en el Corpus Christi la fiesta grande de la ciudad, como ha dejado patente el historiador del Arte Vicente Lleó. Por eso digo Ferias, como dicen los foráneos, y no la Feria como nos bastaba con decir a los sevillanos. Ni siquiera de abril, porque la de San Miguel hace muchos años que pasó a mejor vida.

La Feria es la mascarada de la ciudad al exterior. Sevilla se disfraza de sí misma, al menos de lo que los forasteros esperan de ella. Ante la incapacidad de tener un proyecto de futuro sólido, todo se justifica en favor del agradecido gremio de la hostelería. El empleo temporal de fiesta en fiesta sirve para ir tirando y maquillar las cifras de paro. Tal vez sea la vuelta de la Feria a sus orígenes, al mercadeo, a ser lugar de negocios, aunque nos la quieran vender como lo contrario, como centro de ocio. Ni siquiera las sevillanas parecen de aquí. Cada vez son más ordinarias y chirigoteras. ¿Recuerdan cuando estaba mal visto ir a la Feria con corbata? Así es todo.

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