Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Sevilla en la calle

Se trata de hacer compatible la Semana Santa que viven los sevillanos con la oportunidad de riqueza que representa

El año pasado ya se pudieron ver las consecuencias de una buena planificación en un acontecimiento tan complicado de controlar como es la Semana Santa de Sevilla. Entonces se estrenaba el equipo de gobierno de Juan Espadas y su delegado de Seguridad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, adoptó algunas de las medidas que permitieron borrar el pésimo recuerdo que había dejado la última con Zoido en el sillón municipal, con carreritas de madrugada incluidas. Este año esas medidas se consolidan e incrementan: aforamiento y colocación de vallas en las zonas en las que las bullas se pueden convertir en un problema serio, retirada de veladores y otros obstáculos en zonas sensibles, presencia notoria de agentes en la calle… Incluso las batidas contra apartamentos y balcones que se alquilan al margen de la reglamentación son necesarias para que la celebración más importante del año en las calles de Sevilla discurra por donde debe y se aleje el fantasma de la falta de seguridad que en los últimos años había atemorizado y dejado en sus casas a algunos sevillanos y alejado a algunos foráneos.

Porque se trata básicamente de eso: de que la Semana Santa sea Sevilla en la calle. En definitiva, de hacer compatible esa manifestación de devoción enraizada en la gente, de emoción y memoria, que retrató magistralmente Alberto García Reyes en su pregón de hace una semana, con un acontecimiento fundamental para la promoción de la ciudad y su capacidad de atracción turística. Este año las previsiones apuntan a una Semana Santa de hoteles, bares y restaurantes llenos. Es la mejor noticia posible junto con la previsión de buen tiempo. Eso se traduce en negocio y en empleo, que son justamente las dos cosas que necesita la ciudad. Es una semana, porque la Feria de Los Remedios y la Feria de la Maestranza tienen otras características, en la que Sevilla está en el escaparate mundial y aprovecharlo es una obligación. El Ayuntamiento cumple con las medidas que pone en marcha y que deberá seguir mejorando, pero también las hermandades tienen que cumplir con su parte, que no es poca.

Desde los primeros años de este siglo, incluso quizás desde antes, la Semana Santa había llegado a una situación que hacía necesario plantearse muy en serio las cuestiones de seguridad y de comodidad para los que salían a la calle. Los acontecimientos del año 2000 marcaron un antes y un después. Pero incomprensiblemente se prefirió echar tierra sobre el asunto y hacer ver que aquí no había pasado nada. Pero pasó mucho. Tanto que problemas similares, las famosas carreritas, se volvieron a producir en el menos tres Madrugadas, la última de la 2015, sin que lo pudiera evitar la creación de un organismo, el Cecop, que tenía la responsabilidad de controlar las calles durante las grandes celebraciones de la ciudad. Parece que ahora va en serio y que se ponen mecanismos para que se garantice la normal salida de las más de cincuenta hermandades que van a la Catedral.

La seguridad es la primera obligación de nuestras autoridades. Pero también es importante que la actividad económica que genera la Semana Santa sea la máxima posible y beneficie a la ciudad, sobre todo a su sector turístico, cada día más importante en la estructura económica de Sevilla. En esta cuestión, el Ayuntamiento tiene que jugar con normas muy claras y con un gran equilibrio. Las calles no pueden estar ocupadas por el negocio de unos pocos en detrimento de los derechos de todos. Pero tampoco se puede entorpecer con reglamentaciones excesivas. Las medidas están puestas en marcha. Ahora sólo falta que todo encaje y que los de aquí y los que nos visitan sepamos disfrutarlo. Se trata, nada más y nada menos, de Sevilla en la calle.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios