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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Sevilla no está en el mapa

En ningún caso, que conste, las empresas que han decidido sacar sus sedes de Cataluña han mirado hacia Sevilla

E L dinero es, por definición, miedoso, conservador y va a lo seguro. En función de ello hay que leer los mensajes que envía. La fuga de empresas de Cataluña, como consecuencia de la deriva soberanista que una parte del enloquecido nacionalismo catalán ha puesto en marcha, expresa el temor de que la ruptura de la cohesión nacional convierta aquel territorio en un caos que cueste muchos millones de euros y que una parte la terminen pagando sus clientes y sus accionistas. Pero lanza también un mensaje político: con las cosas de comer no se juega y, por lo tanto, me voy donde sé que voy a estar cómodo porque se dan todas las condiciones de entorno para ello.

Échenle un vistazo al mapa y pongan chinchetas en aquellos lugares en los que las empresas que han salido de Cataluña han puesto sus sedes sociales y fiscales a la espera de que amaine el temporal, aunque, en algunos casos, se puede dar por seguro, que no hay planes de regreso. Por supuesto, Madrid es la principal beneficiaria del éxodo porque cumple todas las condiciones para ello y eso tiene poca discusión. Pero las grandes compañías que por motivos diversos han eludido la capital del Estado han encontrado acomodo sobre todo en la zona de Levante, en Baleares, en Galicia y en un caso muy concreto, Cervezas San Miguel, una filial de la madrileña Mahou, en Málaga.

Sevilla ni está ni se la espera. En ningún caso, que conste, las empresas concernidas han mirado siquiera para la capital de Andalucía. Se podrán esgrimir razones de todo tipo, y seguro que no le falta razón a quien lo haga, para explicarlo. Pero sería no querer ver la realidad apuntar que una vez más la ciudad ha dejado al descubierto su falta de capacidad de atracción de grandes negocios y su falta de liderazgo entre las principales ciudades del país. Sevilla, salvo por su cada vez más complicado sector aeronáutico y por las poquísimas empresas que se pueden calificar como grandes, no está en el mapa económico de España y el dinero no pone sus ojos aquí. Desde hace décadas ningún gran proyecto industrial o financiero ha elegido la ciudad para instalarse y nuestras mayores preocupaciones al respecto parecen centrarse en si damos no para un segundo Ikea o en dónde se aposentará finalmente Primark.

No es nada nuevo ni nada que se vaya a arreglar en el corto o en el medio plazo. Lo malo es que no se está haciendo nada para solucionarlo tampoco en el largo. Y así seguiremos viendo pasar trenes una y otra vez. El éxodo de empresas catalanas, del que ni nos hemos enterado, sólo es el último. Por ahora.

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