ÚNICAMENTE el Sevilla mantuvo en alto el pabellón de la Liga en la Champions. Aunque fuese con más fortuna que juego y el resultado no reflejase lo ocurrido en el Neckarstadion, el campanazo del Sevilla ha sido similar a tantos como lleva pegando en este tiempo. Como en Glasgow hace tres semanas, decidió la pegada, aunada con el orden defensivo que le ha imbuido Manolo Jiménez, y el Sevilla ha sido el único que salvó el nombre de una Liga que sólo es de las Estrellas en la propaganda y no parece así en la práctica. Sólo el Sevilla nadó sobre una jornada de bravío temporal y que amenaza la línea de flotación de más de uno.

Consideremos lo del Barça ante un Rubin Kazan que llegó a la Riera Blanca con la patita embadurnada en harina y el rosario en la mano de su entrenador como un accidente. Eso parece un simple accidente, pero lo de los dos equipos madrileños no lo es, pues ambos dieron una imagen parecida y como viviendo tragedias similares aunque de distinto calado. Si lo del Atleti es un más de lo mismo, lo del Real es para que las alarmas no dejen de sonar en un tiempo que cualquiera sabe. Fue un miércoles negro en el que la Liga salió con mucho plomo en el ala y en la que mucho han de cambiar las cosas para que su denominación estelar vuelva a tener sentido.

Podría decirse para sí misma la Liga que siempre le quedará el Sevilla, este Sevilla que se maneja como un grande en todos los estamentos en general y particularmente sobre cualquiera que sea la hierba que pise. Insisto en que lo del Barça tiene más cara de accidente que de otra cosa, pero no parece que sea mal de un día lo de los dos madrileños. Ante el peor Milan que vimos dio el Real una imagen muy pobre, que es la imagen menos permisible tras el indecente, Platini dixit, dineral desembolsado y si comparamos la sensación de equipo, nada que ver con un Sevilla del que ahora se muestra a años luz y que ha sido el único que ha dado la cara por la Liga... ¿de las Estrellas?