SÓLO a cuatro días de darle un disgusto más a Pep Guardiola, el Sevilla afronta una cita clave para que el presente se le lustre y el futuro lo contemple sin inquietudes. Se juega el equipo blanco, la verdad es que cada vez menos blanco en su indumentaria, una parte importantísima de su existencia en Braga, en ese norte de Portugal que arde inexorablemente por culpa de la barbarie inhumana del ser humano. Con el ánimo por las nubes tras la remontada del sábado sobre el Barça, el Sevilla emboca una cita capital, que ya sabemos que no es lo mismo Champions que conformarse con ese premio, antaño mayor, que es la Liga Europa.

También apaciguado el me voy pero no me voy que Luis Fabiano entona cada verano y con ese futbolista milagro que es Kanoute, con o sin Ramadán, tiene esta noche el Sevilla su cita más importante para conocer cuáles son las cuentas. El Sporting de Braga fue acogido con alegría en el sorteo de Nyon, pero no es un mindundi, no puede serlo un equipo que le peleó la Liga de Portugal al Benfica. No es un grande históricamente hablando, pero no siempre la historia resulta determinante, casi nunca agua pasada mueve molino alguno y la realidad es que el presente de los denominados Guerreros del Miño es el de un equipo sólido y con la autoestima por las nubes.

Si el primer asalto con el Barça lo resolvió el Sevilla de forma satisfactoria, ahora puede y debe repetir la faena. Será en un escenario muy original y singularmente bello que ya conocimos cuando la Eurocopa de 2004, con público sólo en las tribunas laterales y sin nadie tras las porterías, con una pared rocosa tras una de ellas y una fantástica panorámica de Braga en la otra. Un escenario ideal para que el Sevilla dé otro golpe de mano en busca de continuar lustrando el presente. El enemigo se recibió con alborozo tras el sorteo, pero no hay que vender la piel del Sporting Clube Braga antes de cazarlo en una cacería que arranca hoy en Portugal... junto a España.