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La ciudad y los días

Carlos Colón

Sevillanas improvisaciones

Si en parte alguna del mundo se cumple el principio de Pascal según el cual la mayor parte de las desgracias que afligen al ser humano se deben a su incapacidad para quedarse quieto en una habitación, sintiendo antes de pensar y pensando antes de actuar, es en Sevilla. Podría ser designada capital mundial de la improvisación, pese a su leyenda de lenta y conservadora, porque si por un lado las promesas no se cumplen (sin que se exija su cumplimiento) y los proyectos anunciados a bombo y platillo duermen durante años el sueño de los justos (sin que se exija su ejecución), por otro en un valdeslealesco abrir y cerrar de ojos se destruye lo que construyeron los siglos, se tala lo que necesita muchos años para crecer o se efectúan cambios que no tienen ni pies ni cabeza. Y no se confunda la improvisación sevillana (sobre todo en lo que a sus munícipes se refiere) con el noble sentido que la palabra tiene en la música, como maestría que permite crear en tiempo real; en nuestro caso se trata del más común: hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación.

Un ejemplo: gracias a un informe del Sindicato Profesional de Bomberos ayer supimos que, pese a los cambios sufridos -nunca mejor dicho- por muchas zonas del centro en los últimos años, el Plan de Emergencias de Sevilla no se actualiza desde 2001. Una ciudad ya de por sí difícil para el acceso de los socorros a su centro histórico y no pocos de sus barrios (Los Pajaritos, las Candelarias, Madre de Dios, Torreblanca, Amate, Rochelambert, Juan XXIII, Padre Pío…) dificulta aún más la accesibilidad con las obras ejecutadas -también nunca mejor dicho- en la Avenida, la Alfalfa o la Alameda (¡esto sí que es una ejecución a loseta vil!) sin molestarse en actualizar el Plan de Emergencias.

Otro ejemplo: la delegada de Fiestas Mayores afirma que "la intención del Ayuntamiento es que se produzca la ampliación" de la Carrera Oficial, sin tener en cuenta que para tocar algo tan consolidado en el tiempo y que afecta a tantos miles de personas (además de suponer el traslado, ya denunciado por las asociaciones conservacionistas, de la tumba de Colón para el que la velocísima delegada dice tener ya hasta la financiación), deberían ofrecerse razones más sólidas que la de esa especie de aparcamiento de menesterosos, que suena a rancia caridad antigua; y, en el dudoso caso de que se concluyera la necesidad de unos "palcos populares", debería estudiarse con todo detenimiento las consecuencias en horas de ampliación de sus recorridos que acarrearía a muchas cofradías. Esperemos del Consejo y de las hermandades mayor sentido común.

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