UN funcionario de carrera ha sido elegido director general de Policía y Guardia Civil. El mando único de la seguridad y el orden público. Su teléfono rojo es más importante que el de varios ministros. Y además es sevillano. En los currículos de los alineados por Zapatero y Chaves para sus respectivos gobiernos hay pocos como el de Francisco Javier Velázquez López, nacido en 1951 en Castilblanco de los Arroyos. Tiene como gestor un plus de credibilidad: su carrera política es la de un funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado, en puestos de responsabilidad desde 1982. Insólito eje: González-Aznar-Zapatero, por lo proclives que son los partidos a repartir cargos y despachos entre afectos y allegados sin base ni altura. En la sombra quedan sus apuntadores: los sostenedores de la eficacia de la Administración.

A lo largo de un cuarto de siglo, y en tres ministerios, Velázquez ha sido, por este orden, alto cargo de Tomás de la Quadra, Félix Pons, Javier Moscoso, Joaquín Almunia, Pedro Solbes, Mariano Rajoy, Ángel Acebes, Jordi Sevilla y Alfredo Pérez Rubalcaba. ¿Su canción favorita será Resistiré...?

Su nueva responsabilidad es, sin duda, la más difícil de su trayectoria. La que menos podrá desvelar cuando escriba sus memorias. La que elimina cualquier atisbo de vida personal y familiar con horarios establecidos. Si ya es difícil entrentarse al terrorismo, las mafias, el narcotráfico y los secuestradores, tiene ante sí el desafío histórico de zanjar la sempiterna descoordinación y los históricos celos entre la Policía Nacional y la Guardia Civil. Y la falta de medios que sufren unos y otros.

Muévanse Villalobos y Monteseirín para hacer valer el paisanaje, de la mano del alcalde de Castilblanco. En Sevilla tenemos una deuda histórica de plazas de policías sin cubrir: 300. Y la droga hace del Bajo Guadalquivir ruta y del área metropolitana tapadera. El Aljarafe tiembla con los robos. Sí, todo requiere un mando único.