COSTA Aljarafe como recurso para combatir esa barrera del insomnio que nos trae tan a mal traer. Terrazas del Aljarafe, haciendas convertidas en abrevaderos salvadores para este agosto tan ferragosto, tan endemoniadamente caluroso, antañonas alquerías que han roto en acogedores lugares con los que luchar a brazo partido con esos mercurios enloquecidos que se van a los áticos en la escala termométrica. Oasis en Salteras o Sanlúcar, en Gines, Tomares o Valencina, viejas bodegas reconvertidas para el asueto y la cosa en Albaida o Bormujos, en Benacazón o en Umbrete, cerveza en helado jarrillo de lata, tinto de verano generoso en gaseosa, cualquier cosa de éstas vale para esquivar los embates de estas calores. Alguien bautizó este territorio Costa Aljarafe y bien haría en patentar el hallazgo, que no sé qué sería de nosotros sin el Aljarafe en estas noches de mercurios disparados y chicharras de pesadilla.
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