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La tribuna

Jaime Martínez

El Síndrome DEM

LOS roles sociales que desempeñan hombres y mujeres se han transformado profundamente en los últimos cincuenta años. Los avances y las conquistas de las mujeres han sido impresionantes, aunque de esto tal vez sólo nos demos cuenta cabal los que ya contamos con un buen saco de años y, por tanto, hemos vivido lo suficiente para poder hacer las comparaciones necesarias entre el antes y el ahora.

La mujer hace ya las cosas que antes la sociedad veía bien que hiciera sólo el hombre. Esta conquista, además, nadie se la ha regalado, y le ha costado sangre, sudor y lágrimas. Pero también la humanidad ha pagado un alto precio por haber establecido ese estúpido apriorismo de dar preeminencia y superioridad a un sexo sobre otro. Cuando se observan los desequilibrios que se dan entre hombres y mujeres en los logros científicos, tecnológicos o artísticos, lo que debemos pensar no es en la peor capacidad de las hembras para destacar y hacer aportaciones relevantes en cualquiera de los campos señalados, sino en todo lo que se ha perdido por haber establecido unas condiciones tan absurdas a la hora de repartir papeles y establecer qué es lo que pueden hacer unos y otras. ¿Cuántas compositoras, cuántas científicas, cuántas ingenieras relevantes no han llegado a cuajar por la oposición activa de los hombres? ¿No hubieran existido mujeres como Mozart, o científicas como Galileo? Es curioso constatar que tal vez donde, históricamente, menos distancia se ha dado ha sido en la literatura. ¿Por qué? Porque es el terreno en el que menos instrumental se requiere para triunfar o demostrar las dotes que se poseen. Basta el papel y el lápiz. Hacer descubrimientos químicos o descubrir leyes de la física requiere alguna herramienta más.

Lo que se está poniendo también de manifiesto no es sólo que las mujeres hacen lo mismo que hacían antes los hombres, sino que lo hacen de otra manera, menos tosca, menos abrupta, sin ese tacto de lija con el que a veces se ha identificado la masculinidad. El transcurrir de los años y la terquedad de los hechos van remodelando la conducta de los hombres y poco a poco se van adaptando a esta nueva situación.

¿Qué ocurre con los hombrecitos y las mujercitas cuando se están formando? En el ámbito escolar los varones tienen más dificultades de adaptación. Las chicas aprovechan mejor su paso por la escuela: obtienen mejores calificaciones, repiten menos, consiguen más y mejores titulaciones y, además, en menos tiempo. Esto que acabo de decir no es una opinión, sino un dato perfectamente constatable por cualquiera. Sin embargo, hay un detalle que no se menciona. Cuando se hacen exámenes externos, tal superioridad no aparece por ninguna parte. La igualdad entre sexos es total y si se dan diferencias son muy mínimas y sin significación. Ello quiere decir que el fenómeno es puramente cultural, y por ello se manifiesta con mayor o menor intensidad según los ambientes. Así, en ambientes más pequeños y cerrados las diferencias a favor de las alumnas crecen, mientras que en lugares más abiertos y cosmopolitas las diferencias disminuyen. En fin, y para no alargarme, creo que el sexo femenino se adapta o encaja mucho mejor en el patrón interno del buen alumno que tiene el profesor, y que esto es lo que explica que haya diferencias en las apreciaciones de los saberes, pese a que no las haya en la posesión de los mismos.

Por eso hablamos de Síndrome de Desadaptación Escolar Masculina (DEM). No se trata de hechos aislados o fenómenos que no responden a una etiología. Es una manifestación cultural que recorre toda la sociedad, que siempre se manifiesta, aunque lo haga con diferente intensidad, y que produce unos efectos muy negativos para el sistema y la propia sociedad, como son el bajo aprovechamiento de los recursos formativos que se ponen a disposición de los alumnos y la descapitalización educativa de una parte muy numerosa de la población. Y no es sólo cuestión de "aprovechar", sino de "saber estar": son los chicos los que provocan el mayor número de disrupciones en las clases, los más indisciplinados, los que más faltan el respeto, los autores del 95% de las agresiones.

El Síndrome DEM señala que nuestra sociedad aún no realiza bien sus tareas de crianza ni desarrolla con eficiencia unos modelos formativos que no sean excesivamente diferentes entre niños y niñas. También apunta a que se han interiorizado unos roles masculinos que siguen teniendo predominancia social, adquiridos e introducidos en vena a través de la televisión, los videojuegos, comics, etcétera, que chocan cada vez más con la cultura escolar.

El Síndrome DEM es un factor muy importante de producción de fracaso escolar. Si no existiera y los chicos obtuvieran los mismos rendimientos que las chicas, los porcentajes de aprobados subirían una media de seis puntos cada curso de la ESO, lo que produciría un aumento acumulado de más de diez puntos en las titulaciones, bajaría radicalmente el número de repetidores y el abandono escolar, y se ganarían muchos minutos por hora de actividad académica gracias a la mejora de la disciplina.

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