Las dos orillas

josé Joaquín / león /

Síndrome de las carabelas

NO hay nada peor para la inteligencia que una campaña electoral para el Parlamento Europeo. Porque tocaba hablar de la Europa que queremos, de su futuro, de un continente en declive que debe superarse. Y hemos roto por lo friki y anecdótico, como suele ocurrir. Esta vez por el machismo y las carabelas, que no tenían protagonismo en esto. A la hora de arreglarlo, dijo Zoido que lo suyo había sido una broma, pues todo el mundo sabe que las carabelas salieron de Palos y no del puerto de Sevilla. Se podría precisar que sin olvidarnos de que en 1492, cuando Colón y las carabelas, no existía la provincia de Huelva como tal provincia, pero sí el Reino de Sevilla.

Hay que entender que en una campaña no se pueden gastar bromas, ni ser dicharacheros. A las bromas buenas se les presupone sentido del humor y/o ironía. Nada de eso tiene cabida en una campaña, donde no hay humor, ni gracia, ni simpatía; y además cuanto se afirma se coge con papel de fumar. Bien sea para insinuar que el candidato iba fumado o para quemarlo.

En una campaña, por el contrario, sólo tiene cabida lo políticamente correcto. No cometer errores es la consigna, que equivale a no decir nada. O nada de particular. Como se lee en el Tao Te King, de Lao Tse, "el sabio adopta la actitud de no obrar/ y practica una enseñanza sin palabras". Esto se escribió hace más de 2.500 años.

El síndrome de las carabelas ha tenido el problema de remover los fantasmas andaluces. Se interpretó como un ejemplo más del centralismo sevillano, que no contento con ser sede de la capital de Andalucía y todos los organismos e instituciones que se le vinculan, pide un estatus especial a cambio, y subestima a las siete provincias hermanas, poniendo en peligro todo lo suyo, queriendo tener lo mismo que los otros (una Zona Franca o un puerto de mar que no existe). La Pinta, la Niña y la Santa María también como suyas, y puede que una Alhambra como la de Granada, o una Mezquita como la de Córdoba, nunca se conoce el límite de las ocurrencias.

Otro síndrome consiste en creer que ya existían esas siete provincias andaluzas (las otras) cuando la Atlántida. Las provincias son un invento no tan antiguo. En los tiempos de Colón no las había, eso es verdad. Ser víctimas de algún agravio (incluso ficticio) siempre viene bien para distraer, sobre todo en campaña.

Pero ayer salió la Macarena. Ahí sí ejerce Sevilla como capital de la Esperanza.

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