Sociología de la Feria

Una de las principales características de la Feria es su condición de fiesta segregadora

Una de las principales características de la Feria es su condición de fiesta segregadora. Al contrario que la Semana Santa, donde cualquiera puede acercarse a la celebración sin mucho que temer sobre el origen o la condición, la Feria de Sevilla selecciona, discrimina, mide, su condición genuina de reunión social se desliza discretamente hacia la elegancia burguesa de las casetas ubicadas en las calles centrales que dominan los espacios grandes que ocupan las de los principales clubes sociales, que aquí funcionan como referencias sociológicas sin las cuales no es posible comprender del todo la idiosincrasia particular de la ciudad.

A partir de ese epicentro donde se concentran los elementos más consustanciales a la fiesta, esos que aún transcurrido más de siglo y medio desde que nuestro primer Ybarra la fundara siguen bebiendo en las fuentes de aquella primera burguesía agraria y ganadera (jinetes en lo alto de los caballos charlando con su copas de fino en la mano, lacayos sentados en el pescante esperando la orden para marchar a la siguiente caseta, señores con traje color albero que departen sonrientes en círculo, flamencas en la edad tocadas por un sol de abril…), se expande como en círculos concéntricos hasta los linderos tremendamente urbanos de Los Remedios y Tablada.

A cualquier sociólogo recomiendo un paseo por el real tempranito, ahora que la gente almuerza en casa para llegar bien pasada la sobremesa, y podrá comprobar cómo cambia el ambiente a medida que nos vamos alejando de ese centro para adentrarnos en sus afueras, donde la sana alegría que despiden las modestas casetas (paradójicamente, aquí las de las clases populares no parecen tan costumbristas como las de las más pudientes) compite con el ruido lejano de los coches que buscan la SE-30.

Dicen que el primer gobierno municipal elegido en las urnas intentó "democratizar" la Feria, abriendo la caseta municipal a los ciudadanos, pero aquello no funcionó, y en verdad nadie ha intentado en serio luego imponer medidas que procuren el acceso indiscriminado sin cortapisas, como ha pasado en otros lugares. Y posiblemente nunca se haga, porque si el paso del tiempo le ha quitado a la fiesta su carácter eminentemente mercantil, lo que desde luego no ha perdido es su condición de fiesta social, con todo lo que ello conlleva. Y porque, si así fuera, sencillamente ya no sería la Feria.

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