TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

EN Madrid, en las fechas que corren, hace un frío que pela. Pero el acoso de la delicada situación económica mantenía ayer caldeado el Congreso de los Diputados y aledaños, sobre todo por el sofoco del Gobierno. Así las cosas, la temperatura de la sesión de control al Gobierno se medía en los mismos puntos básicos que la deuda soberana. Por eso, Rodríguez Zapatero, otrora experto mago a la hora de sacar conejos de la chistera en épocas de bonanza, sacó una castaña de medidas que aprobará mañana el Consejo de Ministros y que fue aplaudida hasta por el comisario Joaquín Almunia, un socialista nada complaciente con ZP.

Al líder de la oposición le cogió el castañazo con el pie cambiado, balbuceó de nuevo el adelanto electoral y se acabó comiendo el reloj del señor Bono en una intervención parlamentaria manifiestamente mejorable.

Pero, al margen de las nuevas medidas que prepara Rodríguez Zapatero, la sesión de control volvió a conocer un nuevo cara a cara entre el vicepresidente primero y la portavoz del Grupo Popular. Una vez más, Pérez Rubalcaba se la llevó por delante a ella y a los dos diputados populares que ejercieron labores de escolta con dos preguntas incómodas del negociado de Interior: una sobre la situación de las prisiones españolas, y otra sobre el novedoso caso Faisán, un asunto tan amortizado que ya provoca hasta una cierta hilaridad cuando vuelve a sobrevolar la Cámara.

A Sáenz de Santamaría, de lo mejorcito que tiene el PP desde la tribuna de oradores, el número dos del Gobierno le encontró el talón de Aquiles tras acusarle ella de una cierta propensión a acumular cargos y algo de alergia a asumir responsabilidades. "He escuchado atentamente su ejercicio de oposición, de oposición de recitar temas, no de la política, que es a lo que venimos a esta Cámara", le espetó Pérez Rubalcaba sin temblarle la voz.

Por lo demás, el popular Ricardo Tarno -un diputado sensato- llevó de nuevo el caso Mercasevilla con mucha intención, pero la vicepresidenta Salgado le dio una larga cambiada y alegó que el asunto estaba en manos de los tribunales para evitar meterse en jardín ajeno.

Al margen de la sesión de control, los resultados de las catalanas siguen escociendo en el PSOE y sus primos hermanos. Los diputados y senadores socialistas de Andalucía se reunieron anoche en un hotel cercano al Senado con el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, para hacer algo de propósito de enmienda tras algunas legislaturas asumiendo un papel secundario en el seno del Grupo Socialista.

Tras una recomendación de afilar colmillos y buscar dinero bajo las piedras para que Martínez Aguayo pueda cuadrar las cuentas, es de suponer que los diputados y senadores socialistas del PSOE-A harán valer el batacazo de sus primos del PSC y se dejarán notar algo más. El diputado Francisco Reyes, secretario general del PSOE de Jaén, marcó ayer mismo el nuevo camino al defender la Ley del Olivar de la Junta en una comparecencia ante los medios. Según Reyes, esta iniciativa legislativa beneficiará a más de 300 pueblos andaluces y a más de 250.000 personas. Hasta ahora, este tipo de intervenciones en apoyo de la casa matriz destacaban por su ausencia.

Por cierto, los diputados y senadores del PSC se reúnen hoy para recomponerse.

El presidente del Congreso, José Bono, con quien mantienen una corriente de simpatía mutua muy sólida, les dejó ayer una cartita llena de buenas intenciones y algo de mala leche para dejar las cosas claras de una vez por todas.

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