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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Sol de Ucrania embotellado

LA cesta de la compra es un pasaporte con más sellos de aduana que el de Nadal. España, Francia, Italia, Holanda y Reino Unido rastrean el destino de decenas de miles de toneladas de aceite de girasol adulterado que han sido importadas desde Ucrania. Los timos alimentarios enseñan geografía. Recuerden los fletanes de aguas canadienses vendidos como lenguados... al precio del lenguado, claro.

En España hay mucho más sol que en Ucrania, pero el girasol de este aceite gira al compás del máximo beneficio con el menor coste posible. El día en que salte la alarma por una partida de jamones procedentes de Rumanía, se le va a caer el pelo (y el precio) a muchas patas negras ibéricas...

Este episodio de adulteración por falta de controles previos es sólo un grano de arroz en el menú de la carestía alimentaria mundial. Se van a poner de moda las tortillas sin huevos, las paellas sin arroz y el cafelito sin café. Con la especulación de los remanentes se van a amasar fortunas sin escrúpulos. En Europa, durante décadas, se ha potenciado reducir la producción de alimentos básicos, subvencionando tener baldías las tierras o arrancar viñedos y olivares, para mantener unos precios altos a conveniencia de fabricantes e intermediarios. Ahora que en Asia se acostumbran 3.000 millones de personas a comer caliente más de una vez al día, en Europa la política debería ser la contraria: a cosechar tocan. Más cultivos y menos césped de chalé. Ponga un huerto ecológico en su vida para que el gazpacho no le cueste como el caviar.

Mal de muchos, consuelo de pasotas. En Ucrania, ayer lo que le importaba a la gente no era el girasol españolizado, sino la conmemoración del vigésimosegundo aniversario de la catástrofe de Chernobyl, que destrozó la vida a más de dos millones de personas y sigue siendo un riesgo enorme porque hay grietas en el sarcófago que se construyó heroicamente para contener las 200 toneladas de magma radiactivo que hay en su interior. A todos nos concierne, porque a Ucrania la tenemos ya hasta en el aceite de la fritanga.

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