AQUÍ ya puede hundirse el mundo que como a Cristiano Ronaldo le dé por estornudar, todos hemos de darnos por acatarrados. Con la de matices que dejó esa jornada en la que no estuvieron ni el Betis ni el Atleti, la confesión de que el engominado y fenomenal futbolista luso atraviesa una crisis de melancolía ha podido con todo. Ni siquiera que un equipo tan principal como el Sevilla desperdicie dos penaltis y acabe sin ganar el partido tiene importancia al lado de la tristeza de la luminosa estrella madridista y si el otro día decíamos lo mal que le sentaban los premios que no eran para él, hoy no podemos más que corroborarlo.

La jornada nos dejó clarísimo lo que ya todos sabíamos desde hace mucho tiempo, casi un tiempo inmemorial. Y es que Joaquín Caparrós garantiza la efectividad tenga el equipo que tenga. Con un Mallorca que perdió a sus hombres más importantes, léase Chico, Ramis y Castro, y que aún no ha utilizado a los que Lorenzo Serra le ha traído, ahí en todo lo alto y sólo superado por el Barça se encuentra el equipo isleño. Otra cuestión destacada es que el Málaga está dando una lección de profesionalidad intachable, ya que después del verano que han pasado tiene mucho mérito andar por las alturas y, por supuesto, en la Champions ya de pleno derecho.

Osasuna y Espanyol no pintan bien y este último sufrió en Valencia una de esas derrotas que suelen acarrear daños colaterales, ya que dilapidar una ventaja de dos goles para acabar perdiendo en el alargue con gol en propia meta abre unas heridas bastante dolorosas. No tan grave, pero el empate de Vallecas obligará al Sevilla a apretar los dientes para que no vuelva a ocurrir. Ese de Vallecas fue el mejor partido de los de Míchel y el que peor sabor de boca dejó y no sólo por los dos penaltis errados, sino por una pregunta que ya corroe en los adentros, la de ¿cuántas ocasiones hay que producir en un partido para, al menos, hacer un gol? Fútbol es fútbol, sí, pero...