EL breve y conmovedor discurso que Steve Jobs ofreció a los graduados de la Universidad de Princeton en 2005 es el documento más contemplado en internet desde que el excepcional emprendedor falleció hace catorce días. El texto, traducido al español, circula como un mantra de autoayuda y motivación, incluso entre quienes lo ignoraban casi todo sobre el fundador de Apple y sus artilugios electrónicos. La autenticidad que emana de la evocación de su vida, y su exhortación a convertir como él los sueños en realidad, son un saludable flechazo. Steve Jobs que estás en las pantallas y en los vídeos, pronto serás póster, ya eres mural grafitero en Sevilla. En una calle cercana a Santa Justa, donde ayer se le rindió homenaje, entre reparto de manzanas y escritura de frases lapidarias. Ahora que en los colegios las aulas disponen de pizarras digitales, sería estupendo que en alguna asignatura, bilingüe por ejemplo, se dedicaran unos minutos a mostrar ese discurso de Jobs, y a comentar después con los niños todas las lecciones de vida que atesoran sus palabras.

También sería edificante que en Sevilla el libro más vendido de las próximas semanas sea la biografía de Manuel Chaves Nogales, que hoy presenta su autora, María Isabel Cintas Guillén, la docente de bachillerato cuyas investigaciones han rescatado a quien fue sepultado en el olvido por el franquismo y hoy, por méritos sobrados, es considerado el mejor periodista español del siglo XX, uno de los escritores más avanzados de su época y un sevillano sin igual. La apasionante vida de Chaves Nogales, sus textos de asombrosa claridad narrativa, y los valores que él representa (apertura de miras, honestidad intelectual, arriesgado emprendedor, defensor de la democracia, certero analista del localismo fatuo...), se los debería inyectar toda Sevilla como un suero reparador que regenere tantas neuronas esclerotizadas.

Pídale a sus hijos que sigan el ejemplo de Steve Jobs y de Manuel Chaves Nogales. Todos saldremos ganando.