STOP, pie en pared a las exhumaciones de las fosas comunes de la Guerra Civil. La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha tomado la decisión que esperaban millones de españoles, incluidos muchos de los familiares de los muertos cuyas fosas el juez Garzón se aprestaba a exhumar.

Han sido los propios jueces los que han paralizado unas actuaciones que han provocado un rechazo muy generalizado -siempre hay excepciones- y que además han demostrado, una vez más, que estamos ante un profesional de la judicatura que tiene más en cuenta sus intereses propios que el interés de los ciudadanos. Un juez que, en tiempos de escasez presupuestaria y de personal, no ha dudado en apartar casos de extremada urgencia, para dar carácter de urgencia -incomprensible- a exhumar unas fosas que llevan más de setenta años sin tocar.

La Audiencia Nacional, que lleva semanas indicando a Garzón que no es competente para tomar determinadas iniciativas, se ha visto obligada a pronunciarse para impedir así que el juez procediera a abrir fosas sin que tuviera atribuciones para hacerlo, y sin contar con la obligada autorización previa de todos y cada uno de los familiares de quienes podían encontrarse en esas fosas, tomando Garzón como base una Ley de Memoria Histórica cuya interpretación no tiene por qué dar prioridad a determinadas organizaciones nacidas al amparo de esa ley, por encima de los deseos y derechos de los familiares de las víctimas de la Guerra del 36. Estamos ante una de esas decisiones que llevan a congraciarse con la Justicia.

El ego de Garzón, su famosa vanidad, debe haber sufrido un duro golpe, pero que no se preocupe, trabajo tiene de sobra para apurar el mal trago, para olvidar pronto la amargura volcándose en asuntos que tiene pendientes y sobre los que sería necesario tomar medidas cuanto antes para intentar así su esclarecimiento. Por ejemplo, que investigue quién ha sido el chivato policial que avisó en el bar Faisán de que se preparaba una redada contra la red de extorsionadores de ETA; o que se dedique a instruir con rigor los casos de varios etarras y narcotraficantes que están bajo su jurisdicción, para que no ocurra lo de estas últimas semanas, que por instrucciones mal concebidas de Garzón no se ha podido enviar o mantener en prisión a peligrosos delincuentes y terroristas.

Garzón es un juez que ha demostrado sobradamente su valentía, pero su prestigio hace tiempo que anda deteriorado porque su afán de protagonismo le lleva a dejar en segundo plano actuaciones profesionales de la máxima urgencia. Es una pena que un hombre de su coraje y de su categoría haya torcido su trayectoria cuando tan útil ha sido en la lucha contra ETA y contra el terrorismo internacional.

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