Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Subcultura

La articulación del territorio nacional que presuntamente brindó la Transición tiene su cuenta pendiente en la cultura

El modo en que la prensa nacional ha despachado el asunto de Antonio Banderas y su decisión de apartarse del proyecto cultural para Málaga que había avalado anteriormente (proyecto del que, en realidad, no había nada en firme salvo una idea premiada en un concurso no vinculante), repleto de imprecisiones, medias verdades y dando por buenos "insultos y humillaciones" que no se habían producido (incluso en editoriales, que ya es decir), resulta representativo de la calidad de la información cultural predominante en España. Parece que el caso, desde una óptica un tanto sui generis, venía al pelo para arremeter contra las formaciones políticas que habían puesto reparos tanto al proyecto como a su promoción, lo que vendría a significar un atajo imprudente y fraudulento (y en el que Málaga, por cierto, sale perdiendo bastante). Lo sorprendente es el volumen de atención mostrada: cualquier aspecto referente a la cultura en Andalucía importa más allá de Despeñaperros muy poco, casi nada, salvo que haya un bocado partidista en juego. Casi nadie se ha detenido ahí fuera a analizar las carencias culturales de Málaga y estudiar el proyecto de Banderas a tenor de las mismas; pero esto es justo lo que sucede en prácticamente todo lo relativo a la cultura en Andalucía. O, para ser precisos, en la llamada periferia.

Vayamos al grano: la articulación del territorio nacional que presuntamente brindó la Transición tiene su cuenta pendiente, cuarenta años después, en la cultura. Más aún, la óptica centralista capitalina del franquismo perdura con buena salud de hierro. No es sólo que los púlpitos mediáticos, incluidos los digitales, ignoren o se asomen con desdén a las iniciativas culturales alumbradas fuera de Madrid; es que, además, venden como intrépidas e innovadoras fórmulas recién acuñadas por los listillos de siempre que llevan años funcionando en Sevilla, Málaga, Granada, Bilbao, Oviedo o Zaragoza. Antes, para triunfar, quien quisiera dedicarse a la cultura tenía que irse a Madrid; ahora, para colmo, los intentos de desarrollar una verdadera industria cultural en otra parte, salvo Barcelona (al menos en ciertos aspectos), se interpretan cándidamente como una simpática subcultura. El mapa de la cultura en España sigue siendo injustamente desigual. Y esto no le hace ningún favor a nadie. A Madrid, tampoco.

Hay más de cuatro creadores andaluces cuya relevancia merece desde hace años trascender el eco local. Y otros tantos, ay, que perciben a Andalucía como una madrastra y optaron por el exilio. La corrección depende de nosotros. La cultura, también.

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