LA calidad de una democracia no se puede medir sólo por la mayor o menor perdurabilidad de las personas en los puestos de responsabilidad. Pero no cabe duda de que eternizarse en el poder es una mala práctica para un sistema que necesita el oxígeno de la renovación de ideas y personas. Nunca he compartido al cien por cien la crítica que se le hace al socialismo andaluz de haber instalado en la región un régimen no democrático que ha impedido la alternancia en el poder. Si el PSOE gobierna en Andalucía desde 1982 es porque los andaluces no han encontrado una opción mejor en el otro campo político, cuando cada cuatro años se les ha preguntado. Y si desde 1990 Manuel Chaves está al frente de la Junta es exactamente por la misma razón.

En contra de lo que es su costumbre, Chaves se refirió de forma clara al tema de su sucesión en unas declaraciones que realizó el día de Navidad y se mostró dispuesto a volver a ser candidato en 2012. Lo hizo para zanjar la cada vez menos disimulada carrera abierta en el seno de su Gobierno para tomar posiciones. Si las cosas le salen como él espera, Chaves estaría la friolera de 26 años en el poder y terminaría su mandato con 71 años. Siempre, claro, que no se le ocurriera repetir. Aunque las manifestaciones de Chaves están más dirigidas al consumo interno, la sensación que recibe la opinión pública es que no hay cantera ni capacidad de renovación. No es un mensaje ilusionante para los tiempos duros que están por venir.

Todavía queda casi toda la legislatura por delante y estas cosas hay que mirarlas con la suficiente distancia. Chaves en privado se ha mostrado partidario de dejar paso a caras nuevas y han sido los sondeos y su obsesión por mantener al partido en calma lo que finalmente le ha llevado a repetir una y otra vez. No creo equivocarme mucho si les digo que en la decisión final que adopte el presidente tendrá bastante peso lo que haga el partido rival. Si el PP renueva a su candidato es más probable que el PSOE haga lo propio. Si no, apuesten porque volveremos a ver otra vez las mismas caras en los carteles. Eso sí, más viejas.

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