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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Sustituir el corazón de Monchi, reto difícil

Las estructuras están ahí, pero el alma de su creador puede echarse de menos en el Sevilla

Desde su conversión en alter ego de Bilardo en el banquillo del Sevilla se comprobaba su destreza para ver el fútbol. Lo que no conseguía bajo los palos podría alcanzarlo fuera de la cancha y no sólo hizo bueno el vaticinio sino que rompió todas las marcas que un gestor deportivo puede lograr. Es la foto de Ramón Rodríguez Verdejo, el isleño que conservó su apodo en las alineaciones para lograr la gloria fuera del terreno de juego.

Su ya universalizado nombre es Monchi y Monchi se va del club que ama y al que se ha entregado en cuerpo y alma para darle lo que no pudo con los guantes y la gorra. Monchi vivió sus minutos de gloria futbolística una lluviosa tarde en Atocha ganando un punto para su Sevilla con un dedo roto y una muy soleada en el Calderón para lograr el triunfo sobre el Atleti del doblete. Fueron sus momentos más destacados como portero, como una especie de aperitivo.

Tras un año curtiéndose como delegado en la más negra campaña del Sevilla, Roberto Alés le daba las llaves del club. Un club arruinado que nuestro hombre sacó de la miseria a base de unas compraventas que rayaban lo milagroso. Nueve títulos y unas plusvalías que andan por la estratosférica cifra de 300 millones de euros avalan su labor cuando llega la hora triste del adiós. ¿Y por qué le dice adiós a su club del alma y a una ciudad en la que se integró nada más llegar?

Posiblemente ese adiós esté basado en el sufrimiento que le produce cuanto acontece en ese Sevilla que tanto dice amar. No lo sé, pero creo que con su marcha puede el club seguir funcionando. Monchi deja unas estructuras muy bien diseñadas, aunque ese corazón que él le ponía a la gestión puede echarse de menos. Su alma de hincha sevillista urge que el club sepa sustituirla más pronto que tarde. Sólo con cabeza es difícil renovar la gloria de un decenio milagroso.

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