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UN reciente informe del Consejo Audiovisual de Andalucía sobre la televisión municipal de Sevilla, Giralda Digital, concluye que la emisora está al servicio del equipo de gobierno local y, en particular, del alcalde sevillano, Alfredo Sánchez Monteseirín.

Futuros informes del Consejo Audiovisual de Andalucía, si los hubiera o hubiese, concluirían que las televisiones municipales de cualquier ciudad o pueblo andaluces están al servicio de los respectivos equipos de gobierno y alcaldes. La razón es sencilla: han sido creadas para eso. No le den más vueltas. Nacieron con ese objetivo.

El Consejo se fija especialmente en el análisis del minutado de los programas informativos, y ahí los datos son espectaculares. La presencia de alcalde y sus concejales es apabullantemente superior a la de los concejales de la oposición -que en el caso de Sevilla formaron parte de la lista más votada por los ciudadanos-, las gestiones de los gobernantes como responsables de áreas, organizadores de eventos, patrocinadores e incluso anfitriones copan los telediarios, y la participación de otros colectivos ciudadanos es mínima, apenas una coartada para vender mejor la mercancía propagandística, que es de lo que se trata.

Con todo, lo del minutado es anecdótico. Su importancia es la que le dan los partidos políticos obsesionados por la imagen, que creen que mientras más aparezcan sus líderes mejor para ellos, siendo la verdad que a algunos lo peor que les puede pasar es que la gente los conozca bien y los oiga explicarse. El quid de la cuestión no está en cuánto sino en cómo se sale, si inaugurando una obra importante o imputado en un caso de corrupción. En este sentido, los directivos de las teles municipales tienen claro para qué han sido contratados: a la mayor gloria de la parte contratante, parte que ha de ser protagonista continua y activa de buenas noticias, mejoras, realizaciones, compromisos y acontecimientos. La concepción de los informativos no difiere mucho de la que dio origen al Nodo. No al nodo astronómico, sino al noticiario que en el franquismo se proyectaba obligatoriamente en los cines antes de la película. Sólo que ahora es en color, sin la voz de Matías Prats, sin salir de casa y sin Caudillo.

Hay otra creencia falaz, la de que los alcaldes lo hacen bien, pero no saben comunicarlo. Alguno conozco yo que mientras más posibilidades le den de comunicar, más crédito perderá ante los electores, electores que son víctimas por partida doble. La televisión que lleva el nombre de su ciudad o su pueblo les proporciona una información sesgada, ajena al pluralismo y deforme, y encima la pagan ellos mismos con sus impuestos.

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