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LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

Tener memoria

PERDER la memoria personal es una enfermedad tremenda que conduce a vegetar, pero no a estar vivo; estos días hemos sabido más del alzhéimer, a propósito de un documental proyectado en el Festival de Cine de San Sebastián, sobre Pasqual Maragall, que la padece y contra la que está luchando, de manera ejemplar, junto con su familia; sabemos lo que le pasa a Adolfo Suárez o le pasó a Jordi Solé Tura, y cómo la sufren, cada vez más, tantas otras personas; si peleamos para no perder la memoria personal, ¿por qué este rechazo a recuperar la memoria histórica? No se trata de reabrir heridas, sino sólo de conocer nuestro pasado, para discernir entre lo bueno y lo malo, y esto, no repetirlo.

Han ocurrido muchas cosas en el siglo XX, en el que hemos nacido y vivido la inmensa mayoría, como para que no queramos saber lo que pasó y, en la medida en que sea posible, restaurar las injusticias cometidas, aunque ya muchas veces sólo puedan serlo a nivel simbólico. Algo así es lo que ha querido hacer la Junta de Andalucía con la aprobación del decreto sobre las mujeres represaliadas por el franquismo, las que se conocieron popularmente como las pelonas, que tan sólo pretende, tan tarde, sí, pero cuando ha sido posible, hacer un reconocimiento público y simbólico de tantas que fueron vejadas y maltratadas por la dictadura franquista.

Las mujeres son también las grandes olvidadas de la historia, pero la han hecho y, sobre todo, la han padecido, tanto como los que más, aunque conozcamos menos sus gestas, heroicas en muchas ocasiones, y no sepamos sus nombres. Las han hecho invisibles. No se trata, ni más ni menos, que de un pequeño gesto para recuperar con ellas el sufrimiento de tantas, por eso no se entiende la tremenda reacción de algunos/as dirigentes del PP que han llegado a decir que era una medida vomitiva e interesada para ocultar otros problemas; por eso han provocado tantas reacciones en contra. Hacer algo para reparar las injusticias cometidas es necesario, y esta medida es un pequeño gran símbolo para reconocerlas y evitar la pérdida de la memoria colectiva, que falta nos hace.

P.D. Como me dice, cariñosamente, Ignacio Martínez, no soy una articulista, sino una propagandista -de la igualdad, añado yo-, y por esto les digo que mañana no haré huelga, entre otras muchas cosas, porque soy abuela, y los sindicatos no me han convocado a secundarla; se lo han pedido a los abuelos, así es que, abuelas, a seguir cuidando de vuestros nietos y nietas, que la huelga es cosa de hombres; a ver si así los que sí tienen memoria histórica aprenden a utilizar un lenguaje no excluyente.

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