Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Tontos

APablo Motos le leyeron este miércoles el e-mail de uno de sus seguidores, tan conciso como certero: "El hormiguero es un programa de entrevistas sin contenido y gente haciendo el tonto". Motos aceptó con una carcajada la definición y las impagables hormigas Trancas y Barrancas (un buen soporte para un presentador) quieren implantar el adagio como lema del programa. Ellos saben que ese espectador (¿tal vez inventado?) tiene todita la razón. Motos puede que no sepa hacer entrevistas, pero tampoco está en sus planes. El perpetuo chisporroteo del espacio prohíbe profundidades ni excesivas atenciones. Los invitados deben adaptarse al jolgorio, a la noche barroca de cada día. El hormiguero es un reguero de gente haciendo el tonto, pero no a cualquier precio. Hasta para hacer el tonto hay que trabajar mucho el guión y calcular los tempos. Esa es la razón por la que El hormiguero, sin servirse de la parodia sobre la actualidad rampante, encandile a jóvenes y no tanto. Estamos cada día ante una tontería muy cuidada, una piñata de colegas que está calculada con mimo. Como toda fiesta, a veces es un exceso y en algunas ocasiones nos chirrían sus convidados, pero se sobrelleva con facilidad.

Ese clima desenfadado, sin embargo, nunca se consiguió en Channel nº 4 que llega en breve a su fin, tras un anuncio de despedida plagiado y tramposo. Siempre padeció de poca inspiración. La que perdieron en Marte. Desde sus inicios comentamos en estas líneas que el mayor obstáculo del Channel eran sus propios presentadores. Boris, pese a estar en las tardes menos desaforado, se ha ganado millares de antipatías y eso siempre pesa como una losa cuando estamos hablando de buscar mayorías. El vespertino de Cuatro, además, era estandarte en ocasiones de la causas por las que vela Prisa, pero pintadas de cotilleo. Un rollo.

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