la ciudad y los días

Carlos Colón

Toros desde la barrera

CUANDO Monteseirín entró en el Ayuntamiento a caballito de Torrijos se adeudaban 106 millones de euros. Al salir la deuda reconocida se ha sextuplicado: 631 millones. Por decirlo en el lenguaje de la coalición de progreso: seis Metropoles Parasoles. Con lo que la ciudad queda hipotecada hasta el 2030. Imagínenselo: si su hijo ha nacido hoy tendrá 19 años cuando esta roncha se haya pagado; si es usted joven será maduro y si es maduro, anciano.

Preguntarle a Zoido en esta situación, como ha hecho Espadas, si éste va a ser el gobierno de la derogación parece una broma de mal gusto. Pues claro que lo va a ser. Y su éxito depende de la medida en que logre derogar la soberbia que ignora a los ciudadanos, el despilfarro que hipoteca el futuro, los proyectos faraónicos sin utilidad pública, la lejanía de las necesidades diarias de los vecinos, la pésima gestión de lo cotidiano y todos los errores que han logrado que nueve de los once distritos de la ciudad voten al PP, entre ellos muchos de tradición socialista.

El PSOE le ha puesto las cosas tan difíciles al PP y a la ciudad que lo tiene fácil para hacer una oposición dura. La suya es la posición del señorito que despilfarra un patrimonio y después se sienta a ver si el sufrido administrador es capaz de enderezar lo que él ha torcido. Le preocupa a Espadas que el objetivo del PP sea "desmontar cuantas más decisiones mejor de los tres mandatos anteriores". Que no se preocupe. Desmontar, lo que se dice desmontar de verdad, físicamente, poco puede desmontarse de momento en lo que a los pésimos resultados de las "ejecuciones" se refiere. De lo que trata es de desmontar una actitud irresponsable e ineficaz, soberbia e impositiva, partidista y reaccionaria.

Zoido ha heredado deudas y mamarrachos. Tiene que hacer frente al pago de las primeras y a la gestión de los segundos además de sacar adelante sus propias iniciativas vinculadas a la creación de empleo, la mejora de las condiciones de vida en los barrios o el saneamiento de las empresas públicas. Por mamarrachos me refiero a las setas que al parecer ya dan problemas técnicos, a la Alameda cuyos árboles se mueren y cuyos suelos se hunden o a la Avenida de losas levantadas y rotas. Puro malabarismo que le obligará a hacer girar los aros presupuestarios con los brazos y las piernas, a la vez que voltea los bolos de las deudas y sostiene el jarrón de sus propios proyectos sobre un bastón apoyado en la punta de la nariz, subido en una silla que se apoya en una pata. Malabarismo municipal.

Una situación en la que es tan difícil gobernar como cómodo ejercer la oposición.

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