EL alcalde que prometió urbanismo de alfombra a la carta para los inversores, y acabar con los círculos viciosos de la burocracia para que los empresarios no se desesperen en la lentísima obtención de permisos, está empantanado con un equipo de altos cargos convertido en el lío del montepío. Sevilla sufre su obstinación en no asimilar el PGOU vigente como vía ya encauzada que facilita la materialización de proyectos e iniciativas sea cual sea el sesgo de quien gobierne. Quiere tirar por la calle de enmedio, y sus atajos se tornan inconsistentes maniobras a contramano, que añaden más demora e incertidumbre cuando se topa con la realidad de las normas y ha de rehacer la hoja de ruta. Además, la ciudad padece la suma cero que provocan el PSOE y el PP en la confrontación autonómica de nuevo cuño, con Zoido en la peana o en la diana.

El chaparrón de noticias urbanísticas desconcertantes se retroalimenta de las luchas intestinas en la Gerencia de Urbanismo. Jardín espinoso donde no se han atrevido a recortar personal como en otras áreas municipales donde se maneja menos información sensible sobre la trastienda de la ciudad.

Preocupados por el cúmulo de impactos informativos negativos, y por la percepción de que hasta entre sus votantes desagrada que el alcalde ya no tenga dedicación exclusiva a los problemas de Sevilla, para el Pleno de ayer sentían la necesidad de contrarrestar el mal ambiente con una revelación ilusionante. Y se incurrió en una situación que rebajó la categoría de Sevilla de capitalidad regional a la de pueblo donde nunca pasa nada, pues el concejal Vílchez anunció que la próxima semana una empresa anunciará la creación de 400 empleos, y que no podía concretar nada más. Señor delegado de Urbanismo: Evite convertir Sevilla en Villar del Río y procure no imitar a Pepe Isbert de alcalde en Bienvenido Mr. Marshall cuando anuncia que algo ha de anunciar. Por respeto a lo que significa el Pleno, o lo cuenta con detalle o lo presenta otro día.