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La tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Traición a Europa

HOY en día son legión los que maliciosamente ligan deuda con Grecia. La dictadura de la inmediatez sobre la que reposa la confusión de todo un continente es enemiga de la memoria. Si los políticos y tecnócratas abandonaran por un momento la declaración altisonante o los 140 caracteres del Twitter nos quedaría tiempo para una historia en la que Grecia tiene un papel relevante y la deuda también.

Solón (638 a.C. al 558 a.C.) puso en marcha el proceso que conduciría a la democracia y que incluía la nulidad de las deudas que esclavizaban a la población. Prohibió los préstamos avalados por la libertad personal, con lo que trató de desligar el poder de la riqueza y vincular la soberanía con el individuo. La democracia tuvo su origen en la negación del uso de la deuda como mecanismo de control. A este primer paso le sucedieron otros que consolidarían la experiencia democrática en el Ática. No en vano, la democracia supone un esfuerzo, un trabajo oneroso. La conquista y preservación de los derechos requieren convicción, inteligencia y trabajo. De hecho, una de los textos clásicos de la democracia es el Discurso fúnebre de Pericles; una ceremonia para honrar a los caídos en una guerra. En él Pericles recuerda que la democracia es una conquista que implica sacrificio y esfuerzo. Sin obligaciones no hay derechos.

"Y Atenas en llamas, y Atenas en llamas.../Contra un Occidente narciso e insolente,/Rompiéndose a trizas.../Atenas ardiente". Luis Eduardo Aute interpreta la tragedia de Grecia que es la de Europa. El proyecto común europeo ha sido traicionado por aquellos que debían pilotarlo y desarrollarlo. Los herederos de los impulsores de la construcción europea son individuos que trabajan promoviendo un perverso triángulo que ha anidado tradicionalmente en nuestra Europa: el miedo, el racismo y la culpa. Hoy ya no existen los Delors o Schuman. Tenemos los Juncker o Draghi. El primero se destacó por dirigir una administración que colaboró con grandes empresas a evadir millones de euros en impuestos que tendrían que haber engrosado las arcas de otros países europeos. El segundo estaba entre los directivos más importantes de Goldman Sachs cuando este banco de negocios ayudó a las élites políticas griegas a llevar a cabo una falsificación generalizada de sus cuentas.

A esto ha llegado el proyecto europeo: a quedar en manos de especuladores y de empleados de grandes entidades financieras que propiciaron una crisis que ha permitido engordar la deuda pública, al transferir recursos de todos para salvar a la banca. De esta manera se logró que estos mismos estados pudieran ser controlados por instancias no democráticas, con mayor facilidad. Todo por un razonamiento tan cercano a la ley del embudo como suspender el libre mercado en beneficio de la idea de ser "demasiado grande para caer". Si bien esta discutible recomendación se ha aplicado con manga ancha a los bancos y cajas, no se aplica a los estados y sus ciudadanos a los que se convierte en culpables y, por tanto, potenciales intrusos en el paraíso del Euro.

El no de los ciudadanos es un no como el que los chilenos dieron al dictador Pinochet en su plebiscito. El Gobierno del dictador fue el primero en el mundo que puso en marcha las políticas neoliberales y privatizadoras que hoy llaman aquí "reformas". Hoy estas políticas han sustituido la identidad social de Europa, por un individualismo propietario que aniquila cualquier vestigio de justicia social y subordina los servicios públicos a los intereses de las grandes empresas privadas. Es un no que dice sí a la Europa de sus pioneros; que afirma la Europa social, la que orgullosa exhibía un estado del bienestar que no dejaba a ningún ciudadano en la estacada. Es un no contra los tratados de libre comercio que se negocian a espaldas de los ciudadanos como el TIPP (el tratado entre la UE y EEUU).Un no contra el miedo como arma de control político, contra el sometimiento de los ciudadanos a entidades que nadie ha elegido y que están bajo el control de las grandes corporaciones transnacionales a las que sólo les interesa su cuenta de resultados. Pero es, ante todo, un no contra el uso de la deuda como herramienta de control político de los gobiernos representativos, como lleva haciéndose desde hace tiempo en América latina con los nefastos resultados que todos podemos observar.

Pedro Olalla evoca en su magnífico libro Grecia en el aire una expresión de Sófocles usada para aquél que ha perdido la alegría "sombra de humo". Hoy, gracias a un no, podemos estar más cerca de no resignarnos y de confrontar el miedo y la neodictadura del capital financiero con las pasiones alegres de la democracia y la justicia social. Europa debe ser reconquistada por la libertad.

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