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Alejandro V. García

Tramas y bigotes

NO sé si la política es, en sentido hegeliano, una dialéctica pero sí que es una retórica narrativa. El argumento principal y los auxiliares son los que caracterizan el genio y el temperamento de una legislatura. Las cualidades de esa narración varían en función de la fuerza de las tramas que se entrecruzan en un momento determinado. La trama principal no la marca necesariamente el Gobierno. Los gobiernos, más bien, tienen como misión reducir el argumento político a un discreto, confortante y triunfalista ruido de fondo. Es la oposición, más bien, la que debe desmoronar el relato del Gobierno e introducir elementos de desconcierto y duda que sobresalten la linealidad de la relación y siembren la consternación, la extrañeza e incluso la ira.

La última legislatura fue un modelo narrativo de alto voltaje capitalizado por una oposición hábil y guerrera contra un Gobierno en muchas ocasiones extraviado en sus obsesiones programáticas (el diálogo con ETA o el delirio estatutario). Las únicas pegas que cabe hacer a la trama de aquella legislatura son el agotamiento emocional que produjo el sostenimiento a cualquier precio de la tensión, como ha quedado de manifiesto en los resultados electorales del mes pasado, y la pobreza argumental.

La rotura de la patria, el 11-M, alguna bandera, los estatutos y el laicismo centraron durante cuatro años el nudo dramático del primer mandato de Zapatero. Buena parte del desconcierto que sufre el PP tras el revés electoral, y de las disputas internas e ideológicas que dividen el partido, proviene de que se ha quedado sin argumentos. Los viejos, que tan excelente resultado dieron desde el 11-M al 9-M, no sólo se han debilitado, sino que además no han servido para el fin principal: ganar unas elecciones.

Zapatero, elegido ayer presidente de Gobierno, sí ha puesto en marcha sus propios argumentos de gobierno caracterizados por la moderación y un propósito evidente de no incurrir en los errores anteriores. Salvo, claro, que lo eche todo por tierra, como es previsible, la crisis económica, desde el crecimiento al empleo pasando por una inflación desbordada.

Mientras, la oposición, repasa su temario, atrapada entre la añoranza de las viejas tramas y la incógnita de las nuevas. De momento se observan algunos cambios en el atrezzo. Martínez Pujalte se ha afeitado el bigote. "Es un proceso de cambio para la nueva época", ha dicho. Se le ve más joven y jovial. Vázquez Montalbán dijo de él que parecía un actor de La Cubana. Ahora parece un galán de Muñoz Seca.

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