Nació cinco meses antes del magnicidio de Sarajevo, por lo que está en condiciones de redactar una crónica del Siglo XX con todo lujo de detalles. Pero ahí continúa, con el XXI bien avanzado y viendo cómo el sol sigue a diario saliendo para ella. Hoy cumple 104 años y combina sus deseos de morirse con la queja a ese médico que no la ve desde hace días. Recuerda con tanta lucidez como amargura a cuantos seres queridos le ganaron por la mano su entrada en el descanso eterno, tiene en su colmado arcano vivas las imágenes que merecieron la pena, pero también las que nunca debieran haberse producido en una vida que ha dado para todo. Ahora más que ver, presiente cuanto pasa con la misma presteza que siempre le acompañó y es aún el nexo que permite que su descendencia permanezca unida. Luego, ¿quién sabe? Felicidades, mamá, no te mueras nunca.