En tránsito

eduardo / jordá

Treinta y seis con ochenta y siete por ciento

LEO que la tasa de paro en Andalucía alcanza ya el 36,87% de la población activa, y que entre los menores de 25 años el desempleo ha llegado hasta el 66%. Son cifras que asustan, sobre todo si las comparamos con otros países que en nuestro imaginario están mucho peor que nosotros. Según leo, por ejemplo, la tasa de paro en Marruecos sólo es de un 15% (aunque los recuentos siempre son poco fiables). En Perú está en el 6%. En Venezuela está en el 8%, aunque tampoco sabemos si los cálculos están manipulados. En cualquier caso, las cifras oficiales de todos estos países son mucho mejores que las nuestras, y eso -insisto- da mucho miedo.

Para encontrar cifras de paro tan abultadas como la nuestra hay que irse a países como Armenia, Bosnia y Palestina. Kenia está un poco peor que nosotros, con un 40% de paro. Ahora bien, hay países que están muchísimo peor: Zimbabue, por ejemplo, tiene un 95% de desempleo, lo que nos hace pensar que allí sólo tienen trabajo el presidente Mugabe y los miembros de su gabinete y de su escolta (que imagino muy numerosa, por lo que pueda ser). Liberia tiene el desempleo en el 85%. Burkina Fasso está un poco mejor, porque sólo (¡sólo!) tiene un 77% de desempleo. Y en Turkmenistán a lo mejor están contentos, porque el suyo sólo alcanza el 60%. Pero ahora caigo en que el nivel de desempleo de nuestros jóvenes está en el 66%, o sea, que en Turkmenistán están un poco mejor que nosotros en cuanto al paro juvenil. ¿Habrá que ir pensando en emigrar a Turkmenistán? Y ya que estamos, ¿por dónde cae eso?

Intento bromear con un tema que admite pocas bromas y que se ha vuelto dramático, pero no consigo entender qué está pasando aquí. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a estas cifras? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué modelos erróneos hemos seguido? La verdad es que no lo sé, y lo que es peor, me temo que eso no lo sabe nadie, porque el desconcierto y la perplejidad reinan por todas partes, a la izquierda y a la derecha, entre los economistas, entre los políticos y entre los empresarios, se mire donde se mire, entre todo el mundo. Y lo único que parece claro es que nos hemos equivocado en todo, de arriba abajo: nos hemos equivocado en el sistema educativo, nos hemos equivocado en el modelo universitario y nos hemos equivocado al desmantelar una industria que a lo mejor podría haber sido rentable (aunque eso lo tuvimos que hacer por órdenes de Europa). El caso es que nos hemos equivocado y vivimos en el engaño y en el equívoco. Como en Turkmenistán, quizá. O como en Zimbabue.

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