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HAY palabras que, por ajadas, parecen perder su valor. Entono el mea culpa por el uso y abuso de términos como perplejidad, complicidad, o tremendo. Pero hay que volver hacia este último. Porque no se me ocurre otro cuando pienso y repienso en algunos instantes ofrecidos por el España directo dominical, el presentado por Mercedes de la Torre, que entre plato y plato, entre col y col, nos endilga la lechuga del morbo y el despropósito. Sucedió en la entrega de hace siete días, cuando quedaba poco para que diese inicio el Telediario de la nueve de la noche de David Cantero y María Casado. Los reporteros entraron en la vivienda de una familia en la que vivía un esquizofrénico. Dejaban hablar a la madre, que se quejaba con resignación de lo que le había caído encima. En un momento dado las cámaras y los espectadores asistían en primera fila a una trifulca entre el afectado y un hermano, con el que discutía a grito pelado en el salón de su casa. "Te voy a pegar un tiro en la cabeza", escuchamos. Y lindezas de ese calibre. Como muestra del pudor con el que trabaja el equipo del programa, durante toda la secuencia no se nos dejó ver los rostros de sus protagonistas. Veíamos los pies, y a alguno de ellos en escorzo. Nada más. Y nada menos. Dio la impresión de que la familia vivía en un piso bastante alto. Y que cualquier día alguno de sus miembros puede saltar por la ventana, cansado de estar hasta los mismísimos. Pero eso parecía ser lo de menos. Una vez más primaba el morbo y el entretenimiento. Había conflicto, y eso vende bien. También en el famoso horario protegido infantil de la hora de la merienda. En una televisión, recordémoslo mil veces, que se dice pública, en periodo de cambio y modernización. Ahora sí, repitan conmigo: tremendo.

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