Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Tribus

YA en el partido de ida sospechamos que las tribus de Cuatro eran un poco de parque temático. Indígenas cubiertos de ocre y cubiertos de contratos para hacer el paripé de Perdidos en la tribu. Fue entretenido mientras duró, no hacía falta jugar un partido de vuelta, pero la vida más que bella es muy dura y hay que cubrir las noches de los domingos. Telecinco, como ya hizo con los papúes de Gran Hermano, se ha traído para acá a una representación de los mosqueones mentawais y los pachorros himbas para que se conviertan en nuevos martínezsorias desnortados por las aceras y se asombren de nuestros hornos microondas y nuestros colchones blanditos. Insisto en que creo que se asombran con la boca pequeña. Estas tribus tienen muchos tiros encima. Y no sólo por los colonizadores blancos.

Perdidos en la ciudad, con la impagable Nuria Roca, es una previsible secuela y juega a reírnos de los extraños que no terminan de entendernos, como si fueran doña cocletas del tercer mundo. En verdad nos gusta conocer a gente que, se supone, no ha visto una vitrocerámica en su vida y se emboban con nuestras supuestos avances, con nuestros monumentos, como los nuevos rascacielos madrileños "levantados por los dioses" mientras les vendemos espejitos. La visita de los buenos salvajes no da para mucho. Una vez que se ha producido el impacto inicial sólo quedan redundancias de esos choques de juguete entre culturas. Si a una himba le repugnan nuestras croquetas no tiene nada de raro, aunque desde nuestra superioridad seamos nosotros los sorprendidos porque alguien rechace nuestra labor culinaria. Quedan dos tramas con jugo: esos jóvenes himbas casaderos con ganas de hallar esposa y esa separación en la pareja española desposada por el rito mentawai. Realidades con marco de Lina Morgan.

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