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SE presumía una noche animada. El encuentro entre Boris Izaguirre y Beatriz Gimeno para ilustrar el visionado de La tía Tula tenía todas las papeletas para no defraudar. Y desde luego que no aburrió ni un minuto. Contrastaron las sobrias imágenes de la magnífica película de Miguel Picazo con el estallido de vida que supuso la presencia en el plató de dos de los iconos de la cultura gay y lésbica de nuestro país.

Como era de esperar, Boris Izaguirre apenas dejó hablar a Beatriz Gimeno, si bien la moderadora Cayetana Guillén Cuervo, muy cumplidora de su papel, se encargó de cortarle cuando se pasaba de la raya. La tía Tula fue una excelente crónica de la España de la situación de la mujer de la España de hace cincuenta años justos. La película se rodó en 1963 y estrenó en 1964. Sin embargo, comparando al país que con tanto tino refleja la película con el tono de la conversación mantenida en el plató de Versión española no parecía que hubiesen transcurrido 50 años sino más de 200. Revisen el coloquio en la web. Su texto y su subtexto ¿Quién dijo que la televisión pública peca de rancia y casposa? No será, desde luego, en los territorios de La 2.

Beatriz Gimeno arrimó el ascua a su sardina e insinuó que el comportamiento del personaje de Tula (estupenda composición de Aurora Bautista) distaba de ser el de una mujer reprimida y se acercaba mucho más al de la mujer liberada, tal vez lesbiana, que quiere ser madre sin necesidad de estar casada. Boris estableció vínculos entre La tía Tula y el cine almodovariano. Lo mejor de todo es que entre ambos no nos dejaron pestañear. Lo que el director del programa, Félix Piñuela, nos propició fue una ración de TV que va muy por delante.

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