ANDA la Diputación Provincial sevillana promocionando por otras tierras peninsulares la Semana Santa de la provincia como reclamo turístico, dentro de su proyecto Turismo Religioso. Parece obvio, desde luego, que en este mundo turistizado en el que vivimos, y con la potenciación, como alternativa viajera, del turismo cultural, no nos íbamos a quedar fuera del escaparte promocional de las excelencias genuinas de nuestra tierra. Andalucía te quiere, sobre todo a tu dinero. Pero no se me asombren por el hecho de que los poderes públicos laicos de nuestro sistema constitucional promuevan y patrocinen las manifestaciones religiosas como cebo para el guiri, porque esto es así desde siempre, de cualquier color que haya sido el gobernante de turno. Ya desde el segundo tercio del siglo XIX la burguesía comercial sevillana mostró su interés porque la Semana Santa atrajera al mayor número posible de visitantes, y así en 1863 el Ayuntamiento comenzó a subvencionar a las cofradías para que pudiesen hacer su estación anualmente. Las corporaciones municipales argumentaron siempre que la Semana Santa redundaba en el incremento de los ingresos municipales. Y si Saturnino Calvo escribía en 1888 que costaba "un triunfo ocupar una habitación, por modesta que sea", Eugenio Noel decía en 1916 que "Sevilla en estos días es toda ella de los forasteros".

Pero, que nadie se mueva a engaño, es ésta una realidad que también han sabido ver y explotar los propios cofrades. Véanse, si no, las muestras y certámenes de todo tipo en que las cofradías y su patrimonio son el gran reclamo. Porque, después de todo, ¿habrá un cofrade que disfrute más que el que se deshace en orgullosas explicaciones al foráneo que se deja sorprender e impresionar por nuestra Semana Santa? Sólo me resta un recelo, conociendo el percal de la tela que gusta a tantos: que acabemos convertidos en meros figurantes de esto, transformado cada vez más en un brillante espectáculo, hasta quedar transmutada esta ciudad en el gran parque temático de la Semana Santa.