DESPUÉS de quince semanas que pasaron en un santiamén, Libros con uasabi llegó a su final como había llegado, casi de puntillas. En la última entrega Fernando Sánchez Dragó se dio un homenaje celebrando, al unísono, su 80 cumpleaños y los 40 años de la aparición de su monumental Gárgoris y Habidis. Resultó francamente conmovedor su llamamiento a la institución que ha hecho posible el invento, la Fundación La Caixa, para que el formato pueda volver con sus seguidores una vez pasado el verano. Esta actitud mendicante ha pasado a ser norma en la casa. La 2 encajará tu producto en la parrilla si, además de tener unos mínimos, a la televisión pública le sale gratis total. Algo que tiene bemoles.

Lo cierto es que los seguidores de la tertulia de Dragó con Ayanta Barilli, Anna Grau y Elia Rodríguez nos hemos quedado un poco huérfanos los mediodías dominicales. Fue Elia Rodríguez la que más se emocionó en el momento de la despedida. Aquella a la que le saltaron las lágrimas mientras conversaba con su jefe.

Porque podrá caer mejor o peor, pero resulta incontestable que hablar de literatura en la televisión española es hablar de Fernando Sánchez Dragó. A estas alturas ya han pasado 40 años desde que presentara su primer programa sobre libros. Y ahí sigue. Incombustible. Tan apasionado como en su debut. Haciendo valer que la veteranía es un grado. Intentando mantenerse en un medio televisivo donde hace mucho fueron desalojados los comunicadores de su generación.

Puede que sus seguidores fuéramos pocos, apenas 100.000. Por las mismas, deberíamos pasar a convertirnos en especie protegida. Rara avis en estos parques. Raritos que no sintonizamos ni un minuto de Eurocopa en estas semanas, pero sin los que esta sociedad puede perder un activo, como se dice ahora en plan cursi, esencial para su futuro.

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