Lloraba el dios de la lluvia aquel viernes de hace veinte años de forma desconsolada, sin consuelo posible, todos al unísono y como todo el país había llorado seis meses antes por el asesinato de un joven concejal vasco. Sevilla se despertó estupefacta, sin poder comprender cómo en Don Remondo había pasado lo que había pasado. Se cumplen hoy los veinte años del asesinato de Alberto y de Ascen, un joven matrimonio que volvía de madrugada al encuentro de sus tres hijos, tres niños que se quedaron esperando una llegada que nunca se produjo. Han pasado veinte años y estamos donde estábamos, viendo cómo muchos componentes de aquella banda de alimañas andan enredando en las instituciones para conseguir que este país no tenga arreglo y vaya cuarteándose. Veinte años y la constatación de que el hombre se las avía solito para tropezar en la misma piedra.