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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Vendaval de alegría

CUANDO Mario Benedetti escribió el poema Defensa de la alegría para que lo cantara Serrat (mucho antes de que lo convirtieran en sintonía electoral de ZP), no pensaba en los sevillanos que defienden la alegría también de la alegría en la Feria. Ayer la tomaron en son de paz, palmas y estribillos. Llegaron por oleadas en los rumbosos autobuses de Tussam, tomaron en coches el Muro de Defensa y la SE-30, se desplegaron de pie en columnas de a dos desde los puentes de Los Remedios. Dejaban atrás cuatro días laborables (el tópico olvida que en Sevilla la Feria es una fiesta sin festivos) y cuatro madrugones de trabajo como los de una semana cualquiera. Decían adiós a una borrasca con agujetas de tanto mojar el albero. Ahora el vendaval lo ponen ellos, un vendaval de alegría que la Agencia Estatal de Meteorología prevé que durará hasta mañana al atardecer.

La infantería ferial, con sus uniformes de gala, desfiló ayer en perfecto estado de revista y planchado. No fue recibida por las autoridades como si se tratara de un emisario surcoreano o de un embajador francés, la Feria es suya porque la llevan en el código genético. A ella acuden sin papeles y sin títulos de propiedad porque se sienten a sus anchas en el real allí donde salpica la marea multicolor. Ellos y ellas son el ambiente, el ritmo, el vocinglerío, el desparpajo, la salsa. Por eso la Feria de antoja desangelada cuando no están.

Si la Feria no funciona como espectáculo televisivo en directo es porque aún no se ha sabido captar y transmitir la espontaneidad y autenticidad de este vendaval de alegría. La Semana Santa lo pone más fácil: se enfoca de cerca lo que todos miran y oyen. Es el poder reverencial de las imágenes, enmarcadas en la puesta en escena que armoniza a la ciudad y al gentío. En la Feria no se tiene claro porque se duda a quién atribuirle el papel protagonista y dónde poner las cámaras. Entretanto, los defensores de la alegría, a lo suyo, y que les quiten lo bailao.

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