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el periscopio

León Lasa

Vendo Porsche Cayenne

VARIAS veces durante esta semana me he acordado de Benjamin Franklin. Y no precisamente porque hayan caído rayos sobre nuestra tierra o porque me haya hecho con un fajo de billetes de 100 dólares. He recordado a Franklin -y una de sus frases más lapidarias: "Cuando se compra lo superfluo, se acaba vendiendo lo necesario"- porque en dos ocasiones -sin duda desconocedores los intermediarios del estado de mis finanzas- me han ofrecido en los últimos días la compra de un Porsche Cayenne de segunda mano a precio de ganga. Con toda seguridad un signo más de los derroteros que ha tomado nuestra economía y de cuál fue el calibre de la orgía que nos pegamos hasta 2007. Si hay un icono representativo de aquella época Potlach ése es, desde luego, el Porsche Cayenne, que se vendía en los concesionarios de automóviles de alta gama como si de caramelos pictolines se tratara. A muchos de aquellos compradores, con el coche a medio pagar, el final del juego de la patata caliente les ha cogido con el tubérculo quemándole las manos y las letras venciendo mes tras mes. Ay, qué malos eran los bancos, que nos daban tanta guita, que nos obligaban a aceptar los créditos para comprar coches, para irnos de cruceros, sin preguntarnos nada.

En un magnífico artículo cuya lectura me van a permitir recomendar (El sufrimiento) publicado por El País esta semana, Joaquín Estefanía remarca de nuevo lo que comienza a ser una obviedad: el gran problema de España no son ya las cuentas públicas y la deuda del Estado, que también, sino el endeudamiento privado. Los números son para echarse a temblar: al finalizar el tercer trimestre de 2011 la deuda de la economía española en su conjunto era del 394% del PIB (¡unos cuatro billones de euros!). De ese porcentaje, un 73% corresponde al sector público y el resto, nada menos que un 321%, a entidades financieras, empresas y familias. Si a ello añadimos las negras previsiones sobre crecimiento que para los tres años que vienen han realizado quienes creen entender del asunto, ¿cuánto tiempo y sacrificios va a costar amortizar una y otra? Algunos comienzan a hablar de un paro cercano a seis millones de personas con un alto porcentaje sin protección social de ningún tipo. La crisis que tenemos, que de alguna manera hemos alentado, tiene todos los visos de superar en duración y en intensidad a la Gran Depresión de finales de los años 20. Esperemos que la salida de la misma no pase por los mismos protocolos que aquella. Y ya saben a qué me refiero. No parecen tiempos, pues, para fardar de Cayenne, aunque se pueda pagar.

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